Vi el nuevo libro de Mariela me cuesta tanto olvidarte, lo compré con ilusión, le eché un vistazo y, de inmediato, le llamé a Mariela para invitarla a venir. ¡Bien! había una segunda parte de Mujeres malqueridas y Mariela regresaba a Bilbao para presentar sus nuevas reflexiones. Aportaciones y propuestas para acompañar, adecuadamente, a mujeres, jóvenes y adultas, en procesos difíciles y prolongados de separación y ruptura de pareja, y en el período posterior de duelo por lo perdido y de reconstrucción del sí mismo. Máxime cuando esas relaciones son desiguales y la mujer ha podido sufrir abusos y maltrato.
El libro tiene, a mi entender dos ganancias. Como profesional, Mariela se convierte, a través del libro, en copiloto/instructora de vuelo en estos procesos y a la usuaria además le permite seguir trabajando lo que ha visto con nosotras en las sesiones, y, con el libro pueda tener una segunda acompañante en el bolsillo.
La lectura del libro me ha hecho revisar y mejorar la calidad de mi trabajo de acompañamiento de estos procesos, me ha generado cuestiones y sugerencias que le he rebotado a Mariela y que, a la vez, quiero compartir con vosotras, antes de la charla. Porque las mujeres que están transitando las separaciones y soportando sus rigores, nos necesitan bien preparadas, con buena técnica, no sólo disponibles y solidarias.
Veamos, la palmadita en la espalda, el maternalismo/paternalismo, el dar al tiempo poderes mágicos ”el tiempo no lo cura todo”, el convertirnos en fuente inagotable de consejos y recetas “tú lo que tienes que hacer…” aunque lo hagamos en horario de trabajo, no es profesional. Tampoco las prisas y los atajos, son admisibles, aunque la institución recorte tiempos, porque esto pone a las usuarias en bretes insolucionables. Sabemos de las presiones y dificultades que podemos tener también las profesionales, derivadas de defender la necesidad de la usuaria y los tiempos recortados de los que nos dota la entidad en la que trabajamos.
A mi entender, la profesional que bien acompaña se ha preparado para tolerar la impotencia y el dolor ajenos, y acompañarlos con respeto, para contenerlos, abarcarlos sin juzgarlos, para intentar que quien los padece también pueda acogerlos sin juicio y sin culpa, para mirarlos y comprenderlos sin prejuicio y sin deseo. La profesional que acompaña, en definitiva, crea un espacio con quien sufre para que ese dolor pueda existir y expresarse, para que pueda desgastarse e irse agotando, para que pueda dar lugar a otras sensaciones y emociones.
Algunas dudas y dificultades que se nos pueden plantear en este nuestro quehacer:
- ¿Cómo acompañar a la usuaria en la primera fase de la separación cuando no hay palabras para tanto dolor o después cuando necesita hablarnos de él y de los detalles de la ruptura una y otra vez?
- ¿Cómo hacerlo cuando, por miedo, juega al escondite con la realidad, entre querer y no querer saber, cuando se aferra de nuevo a lo malo conocido, a preferir el “mal acompañada”, cuando le puede el vértigo de tener que inventarse una vida nueva o el miedo a que el dolor no se vaya a acabar nunca?
- La rabia no es elegante y no es femenina, ¿cómo ayudar a la mujer a reconocerla y canalizarla sin culpa?
- ¿Qué hay que tener especialmente en cuenta si trabajamos con jóvenes?
Itziar Cantera
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