Aferrarse a lo malo conocido es vivir con la luz apagada


Escrito por: Itziar Cantera

Un recordatorio para mí, para ti, para todas

Aferrarse a lo malo conocido supone renunciar de antemano a  lo bueno, a lo distinto a lo  por llegar.

Es dejar que el miedo sea el conductor de mi vida, el organizador de mi cotidiano, es permitir que el miedo sea el techo de cristal que no me deja crecer, aferrarse a lo conocido, aunque sea malo, es conformarse y es renunciar a lo posible, es encerrarse y tirar la llave, es renunciar a la aventura, es dejar mi vida achatada por los polos.

Vivir aferrada a lo conocido, aunque sea insatisfactorio, es como no poder salir de casa, es contemplar el vivir como algo lleno de peligros que acechan, es meterte en la

cama y taparte hasta los ojos. Vivir atascada en “más vale lo malo conocido”, supone perderse muchas cosas interesantes, quedarse sin hacer muchos “viajes”, quedarse sin vivir experiencias nuevas y mejores.

Nos aferramos a lo conocido, aunque sea horrible, en la medida que el miedo nos paraliza y nos gana la partida; nos aferramos a lo conocido con las manos sudorosas, los pies clavados y echando el culo atrás, hasta que podemos sobreponernos y tranquilizarnos, hasta que podemos levantar la mirada del suelo y hablarle al miedo cara a cara, hasta recuperar el movimiento y encontrar otras respuestas.

 

A veces, cuando nos aferramos a una relación de pareja que para nada nos compensa, que ya ha perdido su gasolina y su sentido; cuando creemos que más vale sentirnos un 0 a la izquierda …..de alguien,  que quedarnos con nosotras mismas, cuando tratamos de convencernos de que más vale mal-acompañada que quedarnos, por un tiempo, solas, estamos viviendo con la luz apagada.

El miedo es tan humano, tan radicalmente humano que está presente en nuestra vida desde el minuto 1 hasta el último. El miedo es inevitable, no te avergüences ni pretendas vivir sin él, no hay adonde huir.

 

Tengo miedo porque soy real, tengo miedo porque estoy viva, tengo miedo ¿y qué? soy consciente de ello y “me aguanto”. El miedo es una experiencia humana que nos conviene ir aprendiendo a gestionar, a torear, a enfrentar, a sobrellevar unas veces mejor y otras peor. Que el miedo no nos lleve por delante, no consistamos que nos arrastre sin control, ni que nos amarre a la pata de la cama, que el miedo tampoco nos llene de desconfianza, de resquemor, de renuncias y rabias.

Tenemos toda la vida para aprender a tolerarlo como presencia no muy grata pero inevitable;  aprendamos a aceptarlo como compañero de viaje pero no dejemos de viajar la vida, no apaguemos la luz.

Itziar Cantera

 

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