Marco Deriu es doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Bologna y Doctor en Sociología por la Universidad de Palma, especialista en el estudio de la igualdad y de los modelos de masculinidad.
MARCO DERIU ha escrito un interesante artículo titulado Amor y reconocimiento: la violencia masculina y el sentido de nuestras relaciones. Nos parece del máximo interés y por ello hemos rescatado algunas de las ideas centrales que desarrolla en él.
Una investigación del Consejo de Europa hecha pública en octubre de 2005, ha revelado que la violencia del compañero, marido, novio o padre es la primera causa de muerte e invalidez permanente en las mujeres de 16 a 44 años en todo el mundo, también en Europa.
En el pasado, las relaciones entre hombres y mujeres se construían sobre papeles, obligaciones sociales, valores religiosos, proyectos familiares, cálculos económicos, relaciones de poder y a veces de coerción. Pero ciertamente hoy, los vínculos entre hombres y mujeres, incluyendo los familiares, se fundan más en la capacidad de comunicación y comprensión recíproca, en las relaciones de intimidad, en la confianza y en el respeto, en la disponibilidad para el diálogo y en la adecuación recíproca, en el entendimiento emocional. En otras palabras, la relación de pareja no se da de una vez por todas, sino que es un fruto de un diálogo y de una contratación, de un entendimiento y de una confianza que es constantemente reafirmada.
Según “El homicidio voluntario en Italia. Informe 2005”, los casos en los que el factor desencadenante del delito se habían debido a la decisión de separación por parte de la victima supusieron en 2004 cerca del 31,6% de los homicidios en el espacio doméstico. Este problema concierne sobre todo a los hombres y sugiere, con bastante claridad, la realidad de una mayor fragilidad y dependencia psicológica, y de una menor autonomía, por parte de los hombres.
Esta violencia nos muestra la desesperación y la falta de reelaboración masculina frente a una libertad y una autonomía femenina, más que un poder masculino y una sumisión femenina.
Los hombres ejercen violencia sobre todo porque no aceptan la diferencia, o bien porque no aceptan la alteridad de la compañera. No aceptan que la mujer que tienen en frente no sea, simplemente, una continuación, un reflejo del propio deseo o de las propias necesidades. En este sentido, esta nueva forma de violencia masculina hacia las mujeres representa un intento de cancelar la diferencia y no la igualdad, de no tener que reconocer la propia parcialidad, la propia vulnerabilidad, la propia impotencia.
En mi opinión, la relación verdadera, el intercambio real y no violento sólo puede nacer en el momento en que cada hombre reconoce que la mujer que tiene delante no es su proyección o su objeto, y que ella puede ser diferente de él en muchas cosas. Por tanto, según Mario Deriu, no se trata de escurrir el bulto y distanciarse de una violencia que está fuera de nosotros, que pertenece a “los otros”, a los “hombres violentos”, sino más bien sopesar realmente la posibilidad de que esté inscrita en la cultura común. El dato común a todos no es el episodio final de la violencia, sino lo que la precede: la concepción de la pareja, del amor, de la relación. Lo que nosotros, hombres, podemos hacer es comenzar a hablar de nuestras formas de relación, de cómo construimos las relaciones, de cómo tenemos miedo de ellas. Debemos preguntarnos en que medida somos capaces de acoger la libertad y el libre deseo de las mujeres en nuestras relaciones y en nuestro modo de amar.
En mi opinión las personas tienden a vivir las relaciones de amor como “relaciones simbióticas, en las que no está admitido “diferir” ni fuera de sí ni consigo, relaciones que pueden ser vistas como continuación de la relación prenatal e infantil de la hija o el hijo con la figura que detenta la función materna, en las cuales el sujeto es percibido como alguien necesario para la propia supervivencia, como una prolongación o apéndice del sí mismo. Ni hay una clara conciencia de Sí ni del Otro/a. Si esta es la vivencia, el fin de una relación se convierte en un abandono perturbador e intolerable que puede desencadenar los numerosos casos de homicidio-suicidio, que muestran que en los homicidas-suicidas no sólo hay rabia contra la ex pareja sino el desplome del sí mismo.
Itziar
* Informe 2005″ realizado por EURES en colaboración con ANSA