En 2010 se publicó la Ordenanza del Espacio Público de la Villa de Bilbao (extracto de una página web*), que establece dos tipos de actuaciones: las que están sujetas a autorización previa y las que no. Añadiendo que esta autorización previa será concedida “muy excepcionalmente y para casos muy señalados y puntuales, sin considerarse que tales actuaciones puedan realizarse de forma continuada en el tiempo”.
El resto de las actuaciones deben realizarse en espacios públicos amplios para evitar causar molestia a los transeúntes de la calle y permitir el acceso a los establecimientos próximos. También existe un horario, de 10 a 15 y de 17 a 22 horas, no pudiendo durar más de 45 minutos cada actuación. “Transcurrido dicho plazo, su intérprete, o grupo, elegirá un nuevo punto de la vía pública, donde proseguir su actuación, sin que en ningún caso pueda repetirse la actuación en el mismo punto y día”.
Los músicos deben conocer al menos diez canciones y no repetir una y otra vez la misma composición. Además, deben colocarse alejados de establecimientos de hostelería donde haya terrazas y “no podrán requerir de forma activa la aportación de donativos, debiendo limitarse a situar junto a ellos el oportuno recipiente donde pueda ser hecha la liberalidad”.
Algunas consideraciones
Las burocracias, como obstáculo al vínculo social, alcanzan su cenit tras la Segunda guerra mundial. En nuestros días podemos advertir la promoción y multiplicidad de regulaciones, normativas, protocolos, autorizaciones y reglamentos que pretenden regular la convivencia social. La normatividad es, sin duda, una vía de regulación, pero no la única. Cuestiones que tradicionalmente eran organizadas por la colectividad, sin necesidad de una norma escrita, pasan en nuestros tiempos al ámbito de lo administrativo.
La Ordenanza regula tiempos y horarios dando prioridad, en todo caso, a los comercios y al derecho individual (derecho a no ser molestado). El individualismo y el mercado se constituyen como los dos ejes sobre los que va a pivotar el uso de los espacios públicos. En detrimento de otros usos, en nuestro caso, las manifestaciones artísticas.
Por otra parte, llama la atención que se proteja al ciudadano del donativo y la limosna tradicionales. Dar y recibir es, y ha sido siempre, la base del vínculo social, en sus diferentes manifestaciones. Dar lo que no se tiene, dar algo, pedir un trabajo, pedir una ayuda, una palabra, tener una deuda, una casa, una habitación de alquiler, un lugar, un espacio donde tocar la guitarra. ¿Por qué se prohíbe “pedir” en las calles?
Sin embargo las corporaciones pueden incitar al consumo masivo haciendo uso tanto del espacio público como de los mass media, el marketing o la venta online.
Cosme Sánchez
ARTISTAS DE CALLE es el nuevo proyecto audiovisual del fotógrafo Vitor Guerra y el Colectivo Hasiera. Una reflexión sobre el espacio público, su uso y posibilidades, a partir de la multiplicidad y riqueza de las creaciones artísticas.