En la capital vizcaína
hay mucha gente sin casa,
testimonios que recuerdan
que la vida sale cara:
pernoctando en un cajero
cubiertos por una manta,
o en palacios de cartón
casi cada noche pasan.
Tienen hondas cicatrices
grabadas profundo en su alma,
a menudo, almas curtidas
a las que ya poco daña.
En rincones de la calle,
bajo el puente o en la plaza,
si tienen suerte en albergues,
o en lonjas abandonadas.
Los lugares van cambiando
conforme los años pasan:
el Convento de la Merced
o la estación de La Naja
dieron paso a otros lugares
de los que hacer una casa.
Cansados por dormir mal,
la tristeza en su mirada,
cada uno con una historia
esperando a ser contada.
Uno ya nació en pobreza,
en una pensión barata,
con cualquier oportunidad
injustamente negada.
Otro era de clase media,
una familia honrada,
que trabajaban muy duro,
curraban a pico y pala.
Decidió que no estaría
sufriendo cada mañana,
que para él no era una vida
que mucho le compensara.
Los trapicheos de droga
se volvieron su jornada,
y si no le iba muy bien,
pues tiraba de navaja.
Un día moviendo jaco
un buen botín esperaba;
cuatrocientos de heroína
escondidos en las llantas,
pero alguien les traicionó
y tiraron de la manta.
Acabaron en el mako,
en donde el potro abundaba,
con un simple boli BIC
y una aguja se chutaban.
Siendo seropositivo
salió una fría mañana,
ahora estaba sin recursos,
su vida acabó estancada;
cada noche bajo un puente
unas horas dormitaba.
Otra mujer sin un techo
entre cartones descansa,
pasando allí cada noche,
pues por gente de clase alta,
la gente de buen vivir,
triplemente rechazada:
por consumir heroína,
por mujer y por gitana.
Del albergue la expulsaron
por armar una jarana,
consecuencia muy lógica
de presión acumulada:
por eso ahora por la noche
no tiene una simple cama.
Muchas historias como éstas
un Bilbao distinto trazan,
que está muy escondido
de casi toda mirada,
desde Deusto al Casco Viejo
y de Sarriko a Otxarkoaga,
desde Uribarri a Rekalde
y en San Francisco y Zabala.
Esta exposición recoge
unas simples pinceladas;
si en unas pocas personas
la empatía despertara,
su misión habrá cumplido
y entonces habrá esperanza.
Ibai Otxoa
Proyecto CASAS: Una reflexión sobre la vida en la calle
Fotografía: Vitor Guerra