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El acontecimiento histórico que tuvo lugar el pasado jueves 8 de marzo, ha supuesto un punto de inflexión para todos los ámbitos de la vida pública y privada de la ciudadanía. El hecho de reivindicarnos como mujeres y exigir desde la lucha feminista que se nos tenga en cuenta, que se nos trate como ciudadanas de primera y, sobre todo, exigir soluciones para erradicar todo tipo de violencias de género que sufrimos cada día; el techo de cristal, la violencia estructural o la violencia dentro de la pareja, entre otras.
Como profesionales de la intervención social, no podemos mirar para otro lado. Se trata de un acontecimiento que nos atraviesa de manera directa en nuestro trabajo diario. Estas movilizaciones nos hacen re-pensarnos, reflexionar y analizar sobre cómo intervenimos con las personas con las que trabajamos. ¿Dónde están todas las mujeres que no atendemos? ¿Por qué no llegan? ¿En qué nos estamos equivocando para no estar facilitando su acceso a los recursos de la red asistencial?
El movimiento feminista nos contesta de manera muy clara; las mujeres, desde nuestra posición de subordinación, quedamos relegadas a un segundo plano en todos los contextos, quedando mucho más patente si atendemos a las relaciones que se dan en espacios de alta vulnerabilidad social.
En definitiva, debemos reflexionar, analizar y pensar sobre nuestras prácticas diarias con el fin de generar intervenciones justas, inclusivas y con perspectiva de género. Será nuestra manera como profesionales y ciudadanas de ayudar a construir un mundo más igualitario, sin violencia patriarcal donde se respeten los derechos humanos de todas las mujeres.
Nerea Layna