¿Qué es hacer terapia? Una aproximación desde lo social, por Nerea Layna

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Cuando acabé el grado en psicología en el año 2015, tenía claro que quería acercarme a conocer el colectivo en situación de grave exclusión social, el cual abarcara aspectos como la salud mental o el consumo de drogas.

Cuando llegué a Hasiera, el centro de incorporación social dirigido al acompañamiento a personas en situación de exclusión social, gestionado por la Comisión Antisida e inscrito en la red de servicios de la Diputación, me asaltaban muchas preguntas sobre cuál sería mi papel como psicóloga, cómo sería la relación con las personas o cuál sería la filosofía de trabajo del centro.

Respecto al primer aspecto, todas las psicólogas tenemos ese gran dilema acerca de una pregunta terriblemente complicada: ¿tenemos que hacer siempre terapia? Y más importante aún ¿qué es hacer terapia? Una vez pasó el tiempo, me di cuenta de que esa terapia a la que todo el mundo hace alusión cuando dices que eres psicóloga, se había materializado en el acompañamiento diario, en el simple hecho de “estar”, de charlar con un café. Y, todo esto era posible gracias a una atmosfera cercana y familiar donde establecer un vínculo positivo se convertía en una de las claves principales de la intervención diaria.

Además, la filosofía de trabajo tanto de Hasiera como de la C.A., reside en intervenir con y para todas y cada una de las personas usuarias, entendiendo que son los y las profesionales las que deben adaptarse a las personas y no viceversa; por eso, en Hasiera decimos que no tenemos un centro, tenemos 15, uno para cada persona usuaria. Por esta misma razón, el trabajo diario deja de lado la intervención basada en protocolos universales y descarta un modelo meritorio tradicional, donde el proceso de cada persona usuaria esté ligado a diferentes méritos propuestos por el profesional, como, por ejemplo, eliminar el consumo, comenzar un tratamiento etc.

La intervención diaria se construye a partir del planteamiento de un trabajo basado en derechos; entendemos que todas las personas tienen derecho a tener un lugar, a formar parte de un espacio, a tener cubiertas necesidades básicas tanto físicas, psicológicas y sociales, entendiendo la promoción de la salud como algo mucho más amplio que la ausencia de enfermedad.

Entendemos, por tanto, que cada persona usuaria es dueña de su propio proceso, de marcarse sus propios objetivos y de adaptarlos en función del momento, su singularidad o sus características personales. El trabajo diario, por tanto, reside precisamente en la promoción de recorridos particulares construidos por cada persona usuaria.

Para llevar a cabo este trabajo, es necesario establecer un hilo conductor ético e irrenunciable que una todas las caras de la intervención. En el caso de Hasiera, es la construcción del caso en red, el cual trata de generar, a través del trabajo interdisciplinar del día a día, diversas hipótesis que ayuden a mejorar las distintas intervenciones con cada persona usuaria. Se trata de construir, de intercambiar conocimiento desde diferentes miradas con el fin de poder ofrecer una intervención lo más adaptada y beneficiosa posible para cada persona usuaria. En numerosas ocasiones, también participan otros agentes clave de la red que cada persona usuaria va construyendo, como puede ser psiquiatra, educadoras etc., entendiendo a cada persona como un todo, siendo mucho más compleja que la mera suma de sus partes.

Echando la vista atrás, e intentando dar respuesta a todas esas dudas que me asaltaban como psicóloga al llegar a Hasiera, considero que, a través de la práctica diaria, he podido ir disipando muchos de estos interrogantes.

En cuanto al trabajo horizontal y cercano, las estudiantes de psicología habíamos interiorizado durante los cuatro años de formación que debíamos mantener cierta distancia con las personas con las que trabajábamos; era necesario establecer unos límites que garantizaran una buena intervención.  Por eso, cuando llegué a Hasiera y comprobé que el trabajo diario partía desde la horizontalidad y una atmosfera cercana, me surgieron ciertos dilemas entre la formación que había adquirido y la práctica real, la intervención del día a día.

Por un lado, me habían repetido mil veces en la universidad la necesidad de guardar distancias, de dejar claro a las personas con las que trabajaría mi posición de profesional; inevitablemente, me habían enseñado a concebir una relación terapéutica mucho más jerárquica que la que me encontré al llegar a Hasiera.

Recuerdo la primera vez que una persona me dio dos besos al entrar al centro de día. Desde que había entrado a la universidad, me dejaron muy presente la necesidad de establecer un contacto físico altamente estricto, prácticamente inexistente. Por eso, cuando esta persona se acercó, dudé de mi trabajo, de mi práctica profesional. ¿Lo estaré haciendo bien? A medida que iba pasando el tiempo, me di cuenta de que este contacto era incluso hasta necesario, de que las implicaciones terapéuticas eran totalmente positivas. Se trataba, de dignificar a las personas, de ofrecer un trato de relación desde la horizontalidad y la naturalidad, desde el cual y para mi sorpresa, no se excedían esos límites de los que tanto me habían hablado.

Por eso, y ahora que puedo observar este recorrido con cierta perspectiva, considero que hay que reflexionar acerca de otro tipo de miradas que re-entiendan la psicología; ya que, bajo mi punto de vista, existe una desconexión entre la dimensión académica y la profesional. Las personas que salimos a conocer, a tocar realidades, no estamos preparadas para afrontar espacios con atmósferas creadas desde y para la cercanía, por lo que los dilemas éticos y profesionales pueden generar angustia y preocupación acerca de nuestro papel como profesionales.

Para ello, considero que es necesario que la psicología empiece a ser explicada y estudiada a partir de una conversación con el campo de lo social. Es necesario entender que, a pesar de encontrarnos en contextos de intervención social, la clínica, la psicología, debe ser entendida desde la articulación con todo lo social, con el fin de lograr un conocimiento, una reflexión responsable, donde todas las intervenciones – se hagan desde la mirada que se hagan- se dirijan hacia un mismo sentir: el bienestar de las personas con las que trabajamos desde una mirada ética profesional.

Nerea Layna

Psicóloga y máster en psicología de la intervención social

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