PROBLEMS. Segunda parte, por Jonathan

 

Introducción

En esta segunda parte quiero contar algunos problemas de la infancia que, por desgracia, tuve que sufrir y pasar. Contaré cómo y por qué mi madre se vio obligada a meterme en un centro de acogida y protección de menores.

Grafiti en nuestros barrios. San Francisco, Bilbao.

 

Yo tenía tres años cuando mi madre me tuvo que ingresar en un centro de protección. Mis hermanos, por desgracia, eran toxicómanos, y para que yo no hiciera eso, y debido a problemas más delicados y personales, me ingresó inmediatamente.

Una vez allí, yo todavía mojaba la cama, ya que tenía un problema de retención que se corrigió cuando los educadores me llevaron al médico. El médico me mandó hacer unos ejercicios cuando iba al baño que consistían en soltar y retener, los educadores estaban presentes durante la realización de los mismos y el problema se corrigió con muy buenos resultados.

Cuando cumplí los cuatro años empecé a darme cuenta de la situación, entendiendo lo que ocurría a mi alrededor pero encajado acorde a la edad de cuatro años. Así que fui creciendo y con el paso del tiempo me daba cuenta de la situación en la que me encontraba, y por qué no estaba con mi madre. Bueno, todo no fue malo, ya que desarrollé una educación y un saber estar correctamente.

Estuve escolarizado en un colegio de monjas donde yo estudiaba y asistía al comedor. Yo era un niño hiperactivo compulsivo que hacía muchas travesuras, lo cual me costaba una y otra vez la expulsión del cole, de dos a un día de expulsión. Cuando llegaba al piso, os podeis imaginar, broncas y castigos muy estrictos. Los orígenes de estas expulsiones nacían de un control que los educadores mantenían en mi, un control muy estricto, entonces lo que ocurría es que cuando yo perdía ese control, en la entrada del cole, me descontrolaba olvidando totalmente la autoridad de los educadores. En aquella época yo no entendía por qué me castigaban, me trataban mal y se mostraban conmigo en actitud de enfado, por mi mal comportamiento en el cole. Sentía miedo a las reacciones de los educadores, pero ellos no tenían constancia de aquel miedo; y seguían manifestando sus enfados y castigos que me imponían.

Cuando fui creciendo, estos problemas de actitud se fueron corrigiendo poco a poco, pero en mi seguía existiendo ese miedo atroz hacia la autoridad de estos, que nunca dejó de cesar. Crecía de tal manera que llegó un punto en que los educadores no podían conmigo, y a los diecisiete años me marché para experimentar la vida, conocer, saber, como haría cualquier adolescente, pero en mi caso, con más razón, porque entré en el centro con tan solo tres años.

Fin y gracias al blog de la Comisión.

Jonathan

17 de Septiembre de 2014, Bilbao.

 

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