Decía un educador social andaluz, que en contextos menos favorecidos o con altas tasas de precariedad (laboral, económica y por ende social), el caldo de cultivo para la intervención social y trabajar con lo peor de lo peor, eran condición sine qua non. Una realidad inescrutable, invisibilizada al exterior con manifiesta intención de ofrecer otra apariencia.
De ahí que la propia sociedad y los medios de comunicación, como parte de esta, tratasen históricamente a un recurso de asistencia socio-sanitaria como una narcosala: lupanal de los vicios más ocultos, reminiscencia del movimiento de los barrios populares sudamericanos. No era Medellín, ni Calí ni Barranquilla. Era Bilbao y se quería dar respuesta a una problemática postindustrial desde una perspectiva cualificada, técnica e integral. Este era uno de los proyectos estrella del llamado “proceso de deshabituación”.
Una respuesta de altura a unos tiempos difíciles y a unos conflictos no menos dramáticos: paro, inseguridad, delincuencia … . La generación de los nacidos en los 60 se estaba dilapidando de un plumazo y el trabajo asistencial no cubría todas las necesidades inherentes al problema de las adicciones. La sala, además de dar una respuesta clínica a la toxicomanía, la encaraba de frente, desmitificando su crueldad y poniendo nombre a las cosas y rostro a las personas. Sujetos de una acción socio-educativa preventiva y de seguimiento, necesario para en lo que apoyarse.
Desde el uso y el intercambio de desechables, hasta la planificación de un proceso de seguimiento o reinserción. La tantas veces y recurrente cabaña, que diría la educadora social Arantza Rodriguez: “Un lugar en el que refugiarse, un cobijo frente al dolor, donde no pensar ni sentir. Y si no sentían, no sufrían. Sin dolor, sin angustia, sin melancolía ni rabia”.
Lo peor de lo peor, resultaron ser personas y como tales, una segunda oportunidad o un lugar donde sentirse o retirarse, se hacen necesarios. De ahí nace el germen de otro de los encuentros casuales, este pasado mes de Junio, en una taberna del Arenal, entre un educador y un joven con problema de adicciones. Un café, una conversación y un encuentro: “Este chaval anda queriendo hacer cosas normales con su vida” me comentó el educador días más tarde. Esperando muchos más encuentros y acompañamientos entre personas.
Equipo Educablog, equipo de educadores sociales.
Bilbao, Agosto 2014