LOS DERECHOS HUMANOS Y EL VIH. Fundamentaciones Éticas.

La actuación psicológica en este aspecto debe basarse en intervenir o no para mejorar los indicadores objetivos de calidad de vida y para ellos existen dos tipos de fundamentaciones éticas en las que se construyen las bases de la intervención. Una de ellas es la principialista o deontológica, que define la ética de la convicción y en la cual se aplican de manera directa y deductiva los principios morales establecidos de ante mano.

Otra de ellas es la consecuencialista o teleologista que define la ética estratégica y se basa en cómo son las consecuencias, es decir, que si éstas son buenas, significa que está bien hecho, y su objetivo es maximizar las consecuencias positivas y obtener el mayor beneficio para todos.

Grafiti barrio de San Francisco, Bilbao.

Dentro de la primera fundamentación, la principialista, existen diferentes tradiciones, en este trabajo se explican tres de las mismas. La primera de ellas es la tradición médica, cuyo lema es “hacer el bien”. En esta tradición se defiende la existencia de un código moral único y su objetivo es beneficiar o al menos no perjudicar. Sólo se interesa por las indicaciones y contraindicaciones, no se tiene en cuenta lo que la persona quiere, se intenta desarrollar al máximo sus capacidades, es decir, el profesional es quien sabe qué es lo mejor para la persona y sólo observa el déficit que posee.

Por otro lado, se organiza un plan de intervención. Si la patología se puede curar es una buena intervención, pero en el caso del VIH, es un virus que aún no tiene cura definitiva aunque puedan reducirse sus síntomas a un porcentaje muy pequeño. Además, es importante tener en cuenta a la persona y no únicamente a la enfermedad, porque de esta manera sí, se trata de potenciar su bienestar, pero se aísla a la persona del derecho de autonomía, y a pesar de ser portador o de estar afectado por el VIH, la persona posee la capacidad de decidir, en primer lugar, si quiere o no someterse al diagnóstico, de acceder al tratamiento y de contar a quien ella estime necesario el hecho en sí.

Desde esta tradición se ven confrontados algunos de los derechos de estas personas, por un lado se encuentra el Derecho a la Salud  frente al Derecho a la Libertad. Esta tradición afirma que lo correcto es que las personas con VIH se sometan a un tratamiento contra el virus porque estar sano se ajusta a un orden normal de las cosas y estar enfermo no.

La segunda tradición que vamos a tratar es la moderna, también llamada jurídica.

Se centra principalmente en el desarrollo de la autonomía de las personas respetando siempre sus decisiones. Desde esta perspectiva, la moralidad debe construirse desde la razón y con el criterio de la universalidad. Se trata de una fundamentación que tiene en cuenta lo que quieren o necesitan las personas para progresar. De este modo, el papel del psicólogo es poner al alcance de las personas afectadas con VIH los apoyos pertinentes en base a sus necesidades para que puedan  decidir desde su autonomía las opciones que más se ajusten a su proyecto de vida bueno.

Existen casos en los que tras valorar la autonomía de las personas, se comprueba que no son autónomas, o que lo son sólo en determinados aspectos como ocurre en el caso de las personas drogodependiente. En estos casos, se debe informar a la persona sobre los aspectos en los que es autónoma  y en los aspectos en los que no lo es se debe informar a su tutor, desde esta tradición el profesional no es quién decide.

La tercera y última tradición que se presenta en este trabajo es la política.

Esta tradición se fundamenta en el principio de justicia, es decir, que todas las personas tengan acceso a las mismas prestaciones.  Se trata de no discriminar a una persona frente a otra en cuanto a sus prestaciones. De nuevo, el papel del psicólogo vuelve a cambiar en este enfoque, debe ser el encargado de valorar las necesidades y recursos que la persona necesita y de que  tenga acceso a las prestaciones que le corresponden por derecho.

Es decir, se les ha de proporcionar la información relacionada con la prueba de detección del VIH (si es que no se ha realizado aún), el tratamiento a seguir, grupos de autoayuda, centros informativos…etc.  Cabe destacar que, tal y cómo informa del Carmen (2007), en ocasiones no se cumplen los derechos de las personas con VIH teniendo en cuenta la base de esta tradición. Esto ocurre sobre todo en los países subdesarrollados en los cuales las personas con escasez de recursos no tienen acceso a los tratamientos pertinentes, por lo tanto no hay igualdad de prestaciones.

Esta fundamentación va  dirigida a la igualdad de prestaciones más allá de la atención sanitaria, incluye también el derecho a obtener empleo, contraer matrimonio, formar parte de instituciones educativas o tener acceso a diferentes servicios.

 

Kaitin Junquera Vera, Ana de Luis de La Fuente, Marta Morán Dúo, Beatriz Tobalina Negro

4º Grado de Psicología: Ética Cívica y Profesional. Universidad de Deusto, Bilbao

 Octubre de 2012

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