Con motivo de la semana de la Merced, que celebramos durante esta semana, el educador social y responsable del voluntariado en la Asociación Bidesari de Pastoral Penitenciaria, Roberto Vidal, reflexiona sobre la realidad de las personas presas.
¿Cuál es el perfil de estas personas que habitan nuestras cárceles?
Solamente un dato para ilustrar esta realidad: hay en España unas 71 mil personas presas, la mayoría de ellas no son peligrosas, como nos quieren hacer creer muchas veces algunos medios de comunicación, más bien son personas que han cometido pequeños delitos, fruto de la situación de exclusión social en la que ya llevaban tiempo inmersos antes de entrar en prisión, y a la que la propia prisión les devuelve más tarde, como una fuerza gravitatoria casi inevitable. Tampoco es cierto, aunque lo oigamos repetitivamente, que entran por una puerta y salen por otra. El sistema penal español es el más represivo de la unión europea, el tiempo medio de estancia en prisión es de 5 años.
¿La cárcel esta siendo un instrumento eficaz para que las personas presas logren más tarde una inserción social exitosa?
Desde mi experiencia puedo deciros que la cárcel no sirve para que las personas sean mejores ciudadanos y ciudadanas, lejos de ayudar a la persona a tomar conciencia del mal que cometió y ayudarla a madurar, cambiar y superarse, lo que consigue es minar más la autoestima, las capacidades y la esperanza de la propia persona en poder construir una vida diferente. La cárcel no pone los medios adecuados para alcanzar un verdadero cambio personal, y condena finalmente a un tiempo improductivo, a un tiempo de soledad, a un tiempo y unas circunstancias que lejos de mejorar a las personas las rompe más si cabe, logrando que sean más disfuncionales y por lo tanto haciendo más difícil su inserción social.
¿Cuál dirías que es el objetivo prioritario de Bidesari?
Desde Bidesari de Pastoral Penitenciaria se trabaja para lograr transformar esta realidad desde el convencimiento de que en la medida que logremos poner los medios adecuados para que las personas presas inicien procesos de cambio personal y social, solo en esa medida, lograremos que se integren un día junto al resto de la sociedad como uno más. Solo si logramos que el tiempo de estancia en la prisión sea un tiempo de verdadera preparación para vivir como ciudadanos adultos en libertad y responsabilidad estaremos haciendo bien las cosas.La asociación Bidesari de Pastoral Penitenciaria a través de sus proyectos tanto dentro como fuera de la cárcel acompaña los procesos de cambio personal e incorporación social desde una perspectiva socioeducativa.
¿Destacarías algún otro objetivo de vuestro trabajo como asociación?
Además del trabajo socioeducativo directo con las personas presas primero dentro de prisión y luego fuera, también trabajamos para humanizar nuestra sociedad. Desarrollamos tareas de sensibilización para dar a conocer esta realidad y el trabajo que hacemos para transformarla. Vivimos en una sociedad demasiado instalada en el ojo por ojo y diente por diente y cerrada muchas veces a asumir su parte de responsabilidad, demasiado reacia a poner los medios adecuados para reducir el sufrimiento, la desesperanza y la miseria de muchos ciudadanos. Una sociedad que mira hacia otro lado sin aceptar que la cárcel es en buena media reflejo de los desajustes que ella misma provoca.
La causa principal de que haya cada vez más personas al borde de una situación de exclusión social es la incapacidad de la propia sociedad para promover los mecanismos necesarios de protección social, la incapacidad de esta sociedad para garantizar los derechos sociales fundamentales de todas los ciudadanos/as, puestos hoy más que nunca en jaque.
¿ Y en toda este trabajo que desarrolla Bidesari qué papel juegan las personas voluntarias que forman parte de vuestra organización?
Las personas voluntarias son el mayor capital de nuestra asociación. Las personas voluntarias juegan un doble papel en Bidesari, por una parte se convierten en colaboradores necesarios en muchos de los proyectos de Bidesari y además son agentes de sensibilización muy activos porque llevan a sus ambientes (universidad, trabajo, familia, amigos, redes sociales…) una visión de primera mano de la realidad de las personas presas, una visión diferente a la que muchas veces llega a través de los medios de comunicación.