El debate interior, ese si que es difícil!!!

 

Hace unos días concluyó el campo de trabajo de Bidesari celebrado en Ziortza (Bolívar) en el Monasterio de Zenarruza durante el mes de agosto.

 Han sido unos días intensos para 12 personas: 4 personas presas del centro penitenciario de Araba, 7 personas voluntarias y el que les escribe este post. Este año contamos con menos personas de prisión que otros años. La razón es muy sencilla. Tuvimos la suerte de que personas que ya llevaban un largo recorrido en las salidas terapéuticas de fines de semana, accedieran a la fase de Acogida en pleno verano.

 En un comienzo me sentía triste o desanimado porque esta experiencia es siempre tan positiva, que cuantas más personas la vivan mucho mejor. Y este año no iba a ser así del todo. Sin embargo ante ese tipo de vicisitudes no se puede hacer mucho. No obstante creo que se puede hacer una lectura más positiva Y es el gran trabajo que está desarrollando durante el 2012 el equipo de Fines de Semana y los frutos que está dando.

 El resultado está siendo realmente positivo porque las personas que gozan de las salidas terapéuticas están aprovechando sus oportunidades y estableciendo cambios significativos en su vida. Uno de los más significativos es el de abandonar la prisión e iniciar un cambio de estilo de vida fuera de ésta. Un cambio que ya se ha ido dando en prisión y que ahora deben las personas de seguir materializándolo en su tratamiento terapéutico.

 Después de resetear mi disco duro y ser consciente de esto, me dirigí al campo de trabajo con otra actitud. La de exprimir al máximo esta experiencia para las 4 personas que venían de prisión y el equipo de voluntarios, que abandonaba otro tipo de comodidades veraniegas, para vivir esta experiencia.

 Y fue muy sencillo porque me encontré con  4 personas de prisión abiertas al cambio y 7 personas voluntarias con la motivación para ir al encuentro de personas que vienen de un mundo muy diferente al suyo.

 Más allá de las actividades que realizamos y el sentimiento de grupo que existió en todo momento, quisiera destacar un aspecto que me llamó la atención. La necesidad que tenemos todos y cada uno de reflexionar sobre nuestra vida. El campo de trabajo tiene una similitud con la vida diaria. Está cargado de actividades que todo el mundo las disfruta un montón. Ese disfrute no viene porque sean unas actividades increíbles, sino porque el grupo le proporciona ese plus de diversión a la actividad. Las relaciones interpersonales nutren esa actividad y la dan un sentido. Pero claro a veces es necesario darle a la “pause” y ver como cada uno de nosotros nos estamos sintiendo dentro de esta experiencia, que a veces cabalga a la velocidad del rayo.

Para darle un mayor sentido a lo que hacemos nos ayudan las reflexiones. Un espacio para entrar más a fondo en nosotros mismos, aprender del resto de compañeros y llevarnos aprendizajes de vida. Un espacio donde compartimos como nos sentimos, y a que e menudo en nuestra vida diario no lo cuidamos lo suficiente. Puede sonar presuntuoso, pero mi experiencia personal y vital ha estado marcada por este tipo de experiencias. Son puntos de inflexión que todos necesitamos para seguir caminando hacia las metas que cada uno se marca.

 A veces caemos en el error de creer que solo las personas presas con las que trabajamos necesitan estos espacios. Obviamente que para ellos es un espacio que les va a permitir elaborar su nueva hoja de ruta e  ir sanando heridas abiertas. Sin embargo debemos de ser serios y encontrar estos espacios en nuestra vida, tanto a nivel profesional como personal, porque también tenemos que saltar a menudo los obstáculos que nos pone la vida. Fuera de la prisión, tenemos a veces otras rejas que no nos impiden volar lo alto que pudiéramos. Sucede que a veces, al no ver las rejas, pensamos que no las necesitamos, pero es un gran error.

 El campo de trabajo me permite ser consciente, de que venimos personas de mundos distintos, pero que no somos tan diferentes como a veces nos lo quieren pintar.Este acercamiento de estas dos realidades, desde mi punto de vista, genera una sinergia de fuerzas interesante.

 Las personas de prisión dejan de idealizar un mundo que a veces no es como se imaginan de color de rosa, y les ayuda a ser conscientes del trabajo que deben de realizar para cambiar de vida. Las personas voluntarias son conscientes de que a veces también viven muy deprisa y deben de echar el freno de mano, para encontrar sentido a lo que hacen y poder vivir con cierta alegría, a pesar de las dificultades existentes.

 

Miguel Yuste. Educador social

 

 

 

 

 

 

 

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