Esta frase es la que suele sonar antes de salir de casa cuando voy a la cárcel de Basauri. Chiste (mi perro) seguramente no entienda lo que quiero decir, pero cuando termino de dar una vueltecilla y ve que toca ir en coche… ya sabe que son buenas noticias para él. Toca “ponerse las botas” a comida. No hace falta ser un experto en comportamiento canino para ver que la alegría que desprende es máxima cada vez que pasamos la barrera de entrada a la cárcel. Se pone en pie y comienza a ladrar para que salgamos rápido del coche y entremos a uno de sus lugares favoritos, LA CÁRCEL.
La cárcel también conocida con los siguientes nombres: prisión, penal, penitenciaría, presidio, galera, trena, trullo, chirona, celda, mazmorra, calabozo, maco, talego… y algunos más. Curiosamente conocemos un montón de nombres, pero ni idea de lo que pasa dentro en general ni cómo pasa, ni quién hay dentro.
Gracias a que he entrado y sigo entrando con Chiste, la gente de Aepa Euskadi y Bidesari he tenido la suerte de conocer un mundo desconocido para mí. Mejor dicho más que desconocido tenía una visión televisivamente deformada, es decir, de la cárcel sólo conocemos lo que echan en la tele, generalmente noticias que asustan…
Así que olvidad lo que enseñan por la tele, ninguna parte del mundo es de color de rosa, y allí tampoco, pero tampoco es algo que haya que dejar de lado.
Creo que ya rondarán los 2 años de visitas a la cárcel, empecé a raíz de acudir a un curso de educación canina en positivo de Aepa Euskadi y vi que una de las actividades era ir a la cárcel. ¿A la cárcel…? Y decidí probar yendo con Chiste ya que es un perro muy…. Muy… NORMAL no hace nada fuera de lo común, excepto sonreír.
Las sensaciones el primer día antes de entrar eran un poco como… ¿Qué habrá aquí, cómo será, habrá gente chunga…? Sorprendentemente esas preguntas se volatilizaron tras pasar las puertas de rigor y tomar contacto con los reclusos. Absolutamente toda la atención de la gente iba dirigida a Chiste… ver para creer!! Lo había oído de antemano de Cristina e Iñaki pero no me esperaba que fuera literalmente cierto.
Tras esos primeros instantes uno empieza a oír comentarios que me llaman la atención, éste sobre todo:” hacía 2 años que no tocaba un perro”.
Tras llegar al patio donde se realiza el curso de educación en positivo para los reclusos y esperar unos 30 minutos a que les expliquen la teoría, salen al patio en el cual esperamos la gente que nos toca ir con perro y en ese momento ves las caras de esa gente que la televisión en general vende como causas perdidas y gente que solamente con verla da mal rollo… Mentira!!
La que veo en general no es gente muy alejada de mí socialmente; las aficiones y edad suelen ser similares. Y hablo con ellos como con una persona cualquiera.
La relación con la gente de la cárcel es muy buena, siempre agradecen que vayamos y les suele gustar mucho estar con los perros, (sobre todo si han tenido o tienen perro) situación que les ayuda a expresar ciertos sentimientos que no suelen ser bien vistos en el trullo como el cariño o afecto. Y con los perros eso desaparece momentáneamente, incluso se tumban con ellos en el suelo y les acarician evadiéndose de esas paredes del patio que sólo permiten ver el cielo.
Llevo unos 2 años yendo al trullo, y aún no ha pasado el día en que diga; menudo rollo o esto no sirve para nada. Siempre me lo he pasado bien (Chiste mejor que yo seguro) y he reído con la gente que viene a los cursos. Es algo que recomendaría sin dudar a todo el mundo para que vean de primera mano que lo que hay dentro no son casos perdidos, es gente normal con problemas de un tipo u otro, pero gente normal.
http://www.aepa-euskadi.org/index-cas.htm
Carlos Tristán. Voluntario de AEPA- Euskadi