Educador Social: no es lo que tengo es lo que soy.

Escuchamos todos los días la palabra crisis. Ha formado parte de nuestro vocabulario diario. Una palabra que estudiábamos en la escuela, pero que durante nuestra niñez y adolescencia no la conocíamos.

Pero ¡cuidado!,  existía y era patente en muchos países. Países empobrecidos porque el modelo económico en el que vivíamos generaba y genera grandes desigualdades.

Antes existía la crisis, pero no nos tocaba y fuimos un poco ingenuos y a su vez mostramos cierto desinterés por el sufrimiento de otros países y de otras personas lejanas a nosotros.

 Ahora esta crisis nos ha tocado en la línea de flotación y surgen los miedos. Y lo peor es que en todo este tiempo de bonanza pasamos a ser una sociedad que dejó de participar a nivel social de un modo activo y pleno. Es cierto que existieron y existen organizaciones y una sociedad que se mueve y participa, pero son pocas personas y éstas mismas en muchos sitios y lugares.

 Es en este momento donde debemos de dejar los miedos y utilizar la creatividad y hacer uso de la herramienta de la participación para de este modo poder superar de un modo conjunto la crisis. No se trata de pensar algo tan erróneo como “yo tengo trabajo y estoy salvad@”, sino de generar sinergias en grupos y hacer uso de nuestra creatividad. Esa que en algunos momentos nosotros perdimos, la misma que nos robaron en la escuela y a la que después siendo adult@s dejamos de dar importancia, y tal vez nos falta desarrollarla hoy en día de un modo más patente y claro.

 Yo como educador social, he considerado siempre tener una ideología y unos valores, que además de transmitir a las personas presas con las que trabajo y las personas que han salido de prisión y se encuentran en fases de inserción, hacerlas mías. Me sentiría realmente mal, si a las personas les transmito mensajes donde el ocio es solamente un mero  producto de consumo, sino les comunico que la relación social es la que genera los momentos más agradables y divertidos de la vida y después actuar de manera incongruente realizando todo lo contrario.

 Este aprendizaje personal y que lo vinculo a mi trabajo, tiene que ver con un aprendizaje experiencial, lecciones aprendidas y sentidas por lo vivido y que me permiten darme cuenta que la felicidad en mi vida no pasa por tener sino por ser. Todo esto siento que es necesario que lo transmitamos a nuestros amigos, familia, sociedad y a las personas con las que trabajamos en Bidesari.

 No necesitamos el mejor móvil, necesitamos amigos a quien llamar.

No necesitamos el mejor coche, necesitamos la inquietud de querer conocer lugares, que a veces están muy cerca y no los conocemos.

No necesitamos el mejor piso, sino un espacio donde haya vida y la compartamos con los demás.

Tal vez como educadores sociales y como personas nos tenemos que replantear que el modelo en el que vivimos, basado en el consumo ya está dando sus últimos coletazos. Es necesario redescubrir nuevas formas de vivir, y sentir además que son las que nos van a hacer felices. Es necesario que aprendamos a vivir con menos, lo cual no significa vivir peor, pero implica ser conscientes de lo que tenemos y lo que somos. Somos mucho más de lo que tenemos. Creer en esta premisa, puede facilitar que como educadores sepamos transmitir mejor este mensaje a las personas con las que trabajamos.

Personas que como nosotros se encuentran inmersas en una sociedad que ofrece en la publicidad; la libertad a través del coche, el bienestar con el producto adelgazante, etc.…Se ha llegado al punto en el que las sensaciones se tienen que comprar. ¿Es necesario ese dinero para sentir? Craso error. Aprender a vivir con menos y ser feliz, creo que es uno de los retos más importantes que tenemos los educadores en este siglo.

Miguel Yuste, Educador Social en Intervención Penitenciaria de la Asociación Bidesari

 

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