Una experiencia única e irrepetible.
Difícil de expresar. Parece un tópico, pero no lo es. Algo que merece la pena vivir, y de lo que es difícil arrepentirse. Enseñas y aprendes. Cada una de las personas que forman parte de Bidesari, tanto los chicos que vienen de prisión, como las personas voluntarias, y el equipo de educadores, te ayudan a darte cuenta de lo que realmente es importante en nuestras vidas. Da igual quienes seamos, de donde, nuestra edad: todos y todas somos iguales.
Mi experiencia comienza en el Monasterio de Zenarruza en el Campo de Trabajo con Bidesari en 2010. Y de ahí, en adelante, y hasta ahora en el piso de acogida.
Es gratificante ver cómo esas personas a las que estas ayudando crecen personalmente día a día y avanzan en su proceso, y más gratificante todavía si tu formas parte de todo ello.
Por esto, desde mi labor como voluntaria animo a la gente a que pruebe una experiencia nueva y la exprima todo lo posible.