El Bigotes estaría en su salsa


Este es un tema sobre el que cuesta un poquito hablar, pero creo que conviene hacerlo. Tal vez algunas de las cosas que diga no sean políticamente correctas, pero qué le vamos a hacer.

Trabajar en Goma no es sencillo porque en esta ciudad la corrupción es algo que se puede respirar. Es un problema que se halla en todos los estratos de la sociedad: la clase política, los jueces, la policía, el sistema educativo, el sistema de salud, la ongs, la Iglesia…

El único modelo de democracia que el Congo conoce es la Cleptocracia de Mobutu, es decir, el saqueo institucionalizado del país por sus mismas instituciones. El sistema era algo así: Mobutu retiraba de la caja del Estado el dinero que quería (para lo cual no tenía más que descolgar el teléfono y llamar al gobernador del banco central). Usaba ese dinero para su uso personal y el de su familia (casas en la costa azul, los mejores coches, los mejores jets privados, compras en las mejores tiendas de París, palacios como Gwadolite… Todo lo imaginable y mucho más. El documental “Mobutu Roi du Zaire” refleja muy bien todo esto).

El problema es que la cosa no se quedaba ahí. Con el dinero del Estado, Mobutu untaba a todo aquel que fuera necesario para asegurar su apoyo, y dejaba robar para que todo el mundo estuviera contento y no diera problemas. Era un clientelismo en el que toda la clase política mangoneaba a espuertas mientras, poco a poco, el país se hundía en la miseria. Con el paso de los años, el saqueo se instucionalizó hasta pasar a formar parte indisoluble del sistema mismo… de tal manera que aquí es difícil entender una democracia desligada de la idea de robo institucional.

Intento comprender porqué una persona, por ejemplo en mi equipo, roba. No es sencillo, porque procedo de una cultura muy diferente. Llego a varias conclusiones:

-por un lado está la herencia de Mobutu. Si yo hubiera nacido en un país así, probablemente también vería el robo como algo, casi casi, normal. La tolerancia es mucho mayor.

-una de las normas no escritas de este país es el famoso artículo 15: “debrouille toi”, es decir, búscate la vida, apáñatelas como puedas. Y para eso, todo vale. Es un poco la cultura de “Rinconete y Cortadillo”y del “Lazarillo de Tormes” (hablando de referencias hispánicas, todos sabemos que en España la cultura del choriceo, tan bien reflejada últimamente por Forges, forma parte de nuestro paisaje nacional. El Bigotes aquí estaría en su salsa).

-está el tema de ser responsable de tu familia, algo muy africano. En África las familias son muy grandes, y cuando alguien trabaja en una ONG sabe que decenas de personas de su círculo más próximo van a pedirle dinero de manera regular. Es una presión fuerte.

-ves que roba el que está a tu derecha, el que está a tu izquierda, el que está arriba, el que está abajo… pero tú te dices: “Yo no hago eso”. No es fácil, y menos si vives al borde de la pobreza. Hay que tener unos valores morales muy firmes. De hecho, creo que en algunos casos el tema es que a estos valores morales (no robar) se oponen otros valores morales (asegurar el bienestar de mi familia). Y para asegurar el bienestar de mi familia, muchas personas consideran que todo vale. Y punto pelota.

-Desgraciadamente, creo que para muchas personas aquí, la cuestión no es si “robar está bien” o “robar está mal”. La cosa -para muchos- es: “robar está mal… si te pillan”, es decir, si eres tonto y te pillan. Si eres listo y no te pillan, robar no está mal. Es decir, no es una cuestión de “está bien” o “está mal” sino una cuestión de “soy listo” o “soy menos listo”. Muchas personas aquí piensan de este modo.

Desgraciadamente también, tengo la impresión de que en esta ciudad hay más personas corruptas que personas honestas. Tengo claro también que esta es una impresión que no puedo extrapolar a todo a un país. La RDC un país enorme, con grandes diferencias. La gente de Bukavu, sin ir más lejos, es muy distinta de la gente de Goma.

En cualquier caso, si comparo mi experiencia anterior en Burundi y Liberia con mi misión actual, tengo la impresión de que en estos países el nivel de corrupción es bastante o mucho menor.

Afortunadamente, en nuestro equipo hay muchas personas merecedoras de toda la confianza del mundo, y con las que es un auténtico placer trabajar. Pero no te queda otra que tener los ojos y los oídos muy abiertos, sobre todo si sientes el dinero de la organización para la que trabajas como el tuyo propio.

Ayer estuvieron en la oficina una consultora de UNICEF y su asistente congoleño. Vinieron para conocer nuestra impresión sobre los grandes problemas del sector de la educación en Kivu Norte. Todos coincidimos en que la corrupción es uno de los más importantes, porque hay muchos casos de maestros que reciben dos veces la prima que les corresponde, y a la inversa, todo con el beneplácito de las autoridades educativas locales.

El asistente afirmaba que pensamos distinto porque hemos vivido procesos de socialización distintos, y tenía razón. También argumentó, con mucha naturalidad, que la persona que actúa así piensa que está invirtiendo en su futuro. Es decir, de un modo velado estaba legitimando el robo.

No pude evitar preguntarme si él también se está dedicando a invertir en su futuro como trabajador de UNICEF. Espero que no.

Viaje a Kalungu


El sábado pasado viajamos a Kalungu, un pequeño pueblo a sesenta kilómetros de Goma. Queríamos encontrar a tres chicas desplazadas que recibieron la formación en panadería en nuestros campos y volvieron a casa hace un mes.

Durante el viaje vimos chozas de desplazados en muchos pueblos, sobre todo en Minova. La agencia de coordinación humanitaria de Naciones Unidas, OCHA, estima que más de un millón de personas han tenido que huir a causa de los combates en Kivu Norte. La mayor parte están en lugares en los que el acceso a la ayuda humanitaria es casi imposible debido a la inseguridad. Como consecuencia de ello, miles de personas están abandonadas a su suerte.

A pesar de que el CNDP depuso las armas, la inseguridad persiste y los desplazados no regresan. Los combates entre el FDLR y las FARDC prosiguen y la situación está muy enquistada. Hace unas semanas, una ONG británica, Global Witness, publicó un informe muy interesante sobre el conflicto en Kivu Norte que podéis consultar aquí .

Kalungu se extiende sobre una verde y escarpada colina. Fue bonito encontrar a las chicas en una de las calles del pueblo vendiendo buñuelos. Les dimos un kit compuesto por varios sacos de harina, aceite, leche en polvo, azúcar, levadura, una cazuela, una sartén… cosas que les permitirán continuar su negocio en el pueblo y poner en práctica lo aprendido en Goma.

Aunque en Kalungu las cosas están tranquilas, a sólo treinta kilómetros de allí la situación ya es otro cantar. Varios miles de desplazados procedentes de zonas donde combaten el FDLR y las FARDC están instalados en el pueblo.

Al día siguiente, ya en Goma, un amigo del equipo me invitó a conocer su iglesia y a comer. El pastor dijo una frase para el recuerdo:

“Algunas personas en esta ciudad están construyendo sus casas sobre sangre”.

A todo aquél que quiera entender el significado de esta frase le recomiendo que lea el informe de Global Witness del que hablaba más arriba.

Las personas importan menos que los minerales


Hace unas semanas estuve entrevistando a Mario Pérez, salesiano responsable del centro Don Bosco-Ngangi, en Goma. Lleva aquí una tira de años (aunque menos que Honorato, también salesiano, que me parece que bate el récord: está en Goma desde mil novecientos ochenta). Alfonso Armada escribió hace unos meses sobre el trabajo de los salesianos en Goma en XLSemanal.

El trabajo de los salesianos en el áfrica subsahariana siempre me ha impresionado. Les he visto en Bujumbura, Goma, Lubumbashi o Monrovia, siempre formando a decenas de miles de chicos y chicas con escuelas de artes y oficios. En muchos países viven rodeados de ONGs y agencias de Naciones Unidas con un gran despliegue de medios, logos y paneles de visibilidad por todas partes. Mientras las ONGs vienen (venimos) y nos vamos, ellos se quedan, sin hacer ruido, trabajando en silencio. Y ahí están, día a día, año a año…durante décadas.

El impacto de la presencia de la orden salesiana en el áfrica subsahariana es enorme, incalculable.

Hace poco entré en la página de la fundación Umbele, ONG apoyada por Xavier Sala i Martín, uno de los economistas más reputados en el ámbito del desarrollo económico. Me gustó que Sala i Martín afirmara de los misioneros que “ellos son los que más saben sobre los problemas de África ya que ellos son los que los viven de más cerca ”. Gente como Mario u Honorato entran de lleno en esta definición.

Al finalizar la entrevista que le hice a Mario, le pregunté cómo era posible que un conflicto como éste (ya con más un millón de desplazados en Kivu Norte) continuara sin visos de solución a corto plazo. En su respuesta está una de las claves para entender lo que ocurre en Kivu Norte:

“Desgraciadamente, aquí las personas importan menos que los minerales”.

Pues eso.

Impunidad


El otro día viví un pequeño incidente que me parece muy ilustrativo de la vida aquí y que me ha hecho reflexionar.
Era un domingo cualquiera a las cuatro de la tarde. Hacía una tarde muy buena y me fui solo a dar un paseo. Como tantas otras veces fui en dirección al lago, que está a un tiro de piedra de casa. La vista del lago Kivu es muy bonita. A diferencia de otros días, decidí subir a una pequeña colina junto a la que había pasado muchas veces. Es una subida muy leve y en menos de cinco minutos llegué a lo alto.
Nada más llegar ví que, muy a lo lejos, había una tienda de campaña militar.
Di media vuelta automáticamente. Ya empezaba a bajar para evitar líos, porque sé como se las gastan los militares aquí, pero… era demasiado tarde. Un militar ya me había divisado e hizo un gesto con la mano como diciéndome: “¡Tú! Ven aquí”. Empecé a bajar la colina pero vino hasta mí a toda velocidad. Comenzó a pedirme explicaciones: que qué hacía allí, que tal y que cual…
En casi cualquier otro país del mundo no había absolutamente nada que explicar. Pero esto es el Congo, y el ejército de la RDC no es un ejército normal.
Al minuto aparecieron cuatro más. Alzaban la voz. “Esto es una posición militar”. “Vamos a notificarlo a nuestro comandante”. “Usted va a acompañarnos a nuestra posición”…
Por un momento me sentí rodeado de una manada de lobos.
El tema, con perdón, era joder la marrana y meterle miedo al blanco para sacarle cuatro perras. Era consciente de a qué jugaban e hice lo que pude para no parecer nervioso.
Se trataba de cinco energúmenos de la peor calaña. Ninguno llegaba a los treinta años. Tres estaban desnudos de cintura para arriba y parecían medio dormidos, como si les hubieran sacado de la siesta. Llevaban pantalones y botas militares, e iban desarmados. El que hablaba por ellos parecía drogado.
Una excelente compañía para una tarde de domingo.
A los cinco minutos de diálogo para besugos, apareció subiendo la colina un hombre de unos cuarenta años que iba de paisano, y al que parecían respetar. Debía ser un militar de mayor graduación. Les pidió que le contaran qué pasaba. Creo que el hombre, que parecía sensato, vino a decirles que no había hecho nada y que me dejaran en paz. Tuve que darles algo de dinero (no llevaba casi nada conmigo). pero se dieron por satisfechos, y me dejaron marchar.

Este es el ejército que la población civil padece, a diario, aquí.
Me llamó la atención cómo fueron a por mí. Como lobos a por su presa. Sabedores de que pueden hacer absolutamente lo que quieran, a cualquier persona y en todo momento. Eso es lo que había en sus miradas.
Pensaba: “Si han ido a por mí de esta manera, y yo soy un blanco de una ONG… ¿qué hacen con un civil cualquiera?”. Ya lo sabía, pero me hizo pensar.
Esto se llama impunidad. Es, junto a la corrupción, el mayor problema de este país. Miles de hombres armados matan, violan y saquean a su antojo en los Kivus. Cada día. Y lo hacen porque saben que nadie va a pedirles cuentas por ello. Sus atrocidades quedan recogidas en centenares de informes de derechos humanos que continúan apilándose, año tras año.
Prefiero no saber de qué son culpables los hombres que me rodearon el otro día, porque me darían ganas de vomitar.
La población, y muy especialmente las mujeres, está pisoteada por esta gente.

Entrega de diplomas

El pasado viernes fue un día de fiesta en los campos. Después de cuatro meses, 125 chic@s desplazad@s pertenecientes a la primera promoción recibieron sus diplomas. Para celebrarlo, organizamos una ceremonia en cada uno de los cuatro campos con música, bailes, un poco de teatro, comida y coca colas para los chavales… Fue muy divertido. Los chavales estaban orgullosos de recibir su diploma (y los formadores también lo estaban por entregarlos). La verdad es que todo salió muy bien.

Tal y como dije en un post anterior, los alumnos con los que trabajamos en los centros tienen edades comprendidas entre 13 y 18 años y son analfabetos totales o parciales. La promoción completa se compone de 460 chicos y chicas, pero estos 125 en concreto estaban esperando el final de la promoción para volver a casa. Y es que el proyecto se complica, y me explico.

Nuestra actividad en los campos tiene que responder al deseo de retorno o no de cada familia, y hoy por hoy en los Kivus la inseguridad varía mucho de una zona a otra. En zonas como Sake y parte de Rutshuru, por ejemplo, la estabilidad de los últimos meses hace posible el retorno. Sin embargo, en otras zonas de Masisi y Rutshuru la inseguridad continúa. Los combates entre el ejército congolés y el FDLR son frecuentes y la impunidad es total. Ante esta situación, nuestro reto es responder a las necesidades de aquéllos que desean volver, y de aquéllos que no.

Por un lado están los chicos y chicas que esperaban el fin de la formación para volver a casa (un 30% del total). Sí!, había chicos y chicas esperando el fin de la formación para volver. Eso, por un lado, nos gustaba, porque nos daba a entender que están contentos con lo que estamos haciendo. Pero por otro lado, no queremos que el proyecto impida el retorno. Por eso era importante para nosotros dar los diplomas para que los chavales que quieran puedan volver. Así que tomamos nota de su lugar de origen, y les dijimos que iremos a visitarles en breve (estimamos que en el plazo de dos semanas). La mayoría proceden de lugares accesibles desde Goma. Nuestra intención es visitarles in situ y, caso por caso, entregarles un kit para que puedan continuar la actividad que comenzaron en el campo.

Por otra parte están aquéllos chavales cuyas familias no quieren volver. A estos les hemos ofrecido continuar en el campo tres días por semana. Y, poco a poco, les estamos buscando negocios en la ciudad para que puedan hacer una especie de prácticas (en corte y confección y peluquería). Pagaremos un dinero a estos negocios para que acojan y formen a los críos durante un mes, además de un monto en material, y nos encargaremos del seguimiento, la comida y el transporte de los chicos.

Mientras hacemos todo esto, empezamos (mañana mismo) una nueva promoción de 600 chavales (ciento cincuenta por campo). Los dividimos en dos turnos, de mañana y tarde, y en cuatro talleres: corte y confección, reparación de bicis, peluquería y panadería (hemos construído un horno en cada campo). El horario semanal para estos chic@s será de formación (tres días a la semana) y alfabetización (dos días). Nos fijamos mucho en que los chavales vengan a la alfabetización: a los que se la saltan, no les dejamos venir a los talleres.

Bueno, me he enrollado un poquillo. Pero la verdad es que tampoco había hablado mucho hasta ahora del proyecto que dirijo, y la ceremonia de entrega de diplomas era una buena ocasión para ello.

Os dejo unas fotos de la ceremonia en el campo de Mugunga I

Más alfabetización

Después del éxito del primer vídeo sobre alfabetización os pongo uno nuevo, esta vez en el campo de Mugunga II. Este tiene un momento que me hace mucha gracia…
Buen fin de semana a todos.

PD: parece que el volcán se ha puesto bueno.

El reto de comer cada día

3 kg 600 gr de harina;1 botella de aceite vegetal de 75 cl; 1 kg 200 gr de alubias, y un puñado de sal. Esta es la insignificante ración mensual de comida que un desplazado recibe en los campos de Goma. En noviembre y diciembre del mes pasado las raciones aumentaron, pero a partir de 2009 se redujeron otra vez.
Las personas que viven en los campos cultivaban en sus lugares de origen. Como la ración es insignificante, muchas mujeres van y vuelven al campo durante el día en busca de trabajos, como cargar con leña, que las exponen al riesgo de violaciones. La picaresca de muchas personas que se inscriben varias veces para recibir varias raciones, y de otras que viajan al campo solo para la distribución, hace que en muchos casos los justos paguen por los pecadores.
Según un estudio reciente, el 55% de los desplazados de un campo (Mugunga II) se declaraban no dispuestos a volver a sus lugares de origen debido a la inseguridad. La realidad sobre el terreno muestra claramente que gran parte del territorio de Kivu Norte está lejos de ser pacificado, una realidad que choca con el discurso político oficial (el otro día, el gobernador de la provincia firmaba la declaración del fin de la existencia oficial de grupos armados en Kivu Norte).
De lo oficial a lo real hay un abismo, y de eso los desplazados y desplazadas saben un rato largo.
Os pongo un vídeo que ayuda a hacerse una idea de cómo es una distribución en el campo de Buhimba.

Le volcan est malade

Vista del volcán Nyiragongo (foto tomada hoy desde el campo de Bulengo)

Vista del volcám Nyiragongo (foto tomada hoy desde el campo de Mugunga I)


El otro día, de camino hacia el campo de desplazados, un amigo me contó que la actividad del volcán Nyiragongo ha aumentado en las últimas semanas. “Le volcan est malade” (“el volcán está enfermo“), me dijo. Es una expresión muy gráfica: el volcán tiene fiebre, le ha subido la temperatura.

La ciudad de Goma se halla a los pies de un enorme volcán, el Nyiragongo, de casi 3.500 metros de altitud. Es un volcán activo, cuya última erupción en el año 2002 obligó a evacuar la ciudad. Cada noche puede verse sobre el Nyiragongo una nube rojiza, fruto del reflejo del magma sobre el vapor que despide el cráter.
No presté más atención al comentario sobre el Nyiragongo hasta que leí en una noticia que el volcán Nyamulagira (3062 mt.), próximo al Nyiragongo, podría entrar en erupción. Según los expertos, la ciudad no se vería afectada, pero sí las aldeas próximas al volcán (la noticia no dice que los expertos también están de acuerdo en otra cosa: nadie sabe predecir la erupción de un volcán). Lo curioso es que la erupción del Nyamulagira seria benéfica para Goma, dado que ambos volcanes cubren un mismo lago de magma. Por eso, paradójicamente, la no erupción del Nyamulagira en las próximas semanas sería preocupante para la ciudad.
Hace unos días, la Organización para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA) en Goma nos envió dos documentos: un comunicado del observatorio volcanológico de Goma y un informe remitido al gobernador de la región (vale la pena echarle un vistazo: las fotos del lago de magma del Nyiragongo, tomadas recientemente, son impresionantes).
Tal y como me han explicado varias personas, el topónimo “Goma” procede del término “Ngoma”, que significa “tambor” en swahili. El término hace referencia a los frecuentes temblores de tierra de esta zona.
Al igual que todo Goma, los campos de desplazados se hallan próximos al Nyiragongo. En los campos, el peligro no es tanto la lava como el gas. En el campo de Buhimba, una parte del terreno está acordonada con alambre de espino para impedir el paso, y unos paneles advierten del riesgo de emisiones de gas tóxico.
Mientras tanto, la población de Goma permanece a la expectativa. Todos confían en que la enfermedad del Nyamulagira evite la de su hermano mayor.
Esa, sin duda, sería muy peligrosa para todos
.

La hora del planeta


El pasado sábado por la mañana se fue la luz en todo el barrio, y estuvimos así durante todo el día. Alguien me comentó con sorna que el apagón había coincidido con “la Hora del Planeta“, un apagón global que buscaba sensibilizar a la población mundial sobre el cambio climático…

Seguro que esa fue la razón de que nos quedáramos sin luz.

Cada noche, casi toda la población de Goma vive en una oscuridad completa. Desde las seis y media de la tarde hasta las seis de la mañana, la oscuridad es impenetrable (de hecho, en swahili las horas se cuentan de manera que las siete de la mañana es literalmente “la una de la mañana”, porque es la primera hora del día en que hay luz). Durante casi doce horas no hay más luz que la de algunos generadores y los faros de los coches (que circulan hasta las once de la noche, hora del toque de queda). En los campos, por supuesto, la noche (y la inseguridad) son absolutas.

Nuestro casa se halla en uno de los barrios privilegiados a los que la corriente eléctrica llega con regularidad. La Sociedad Nacional de Electricidad (SNEL), la Endesa de aquí, es una superviviente del tiempo de la colonia. Las líneas son vetustas, los problemas técnicos son incontables, y el fraude es moneda corriente. Desgraciadamente, es normal que un técnico de la empresa te proponga defraudar, algo así como “me pagas bajo manga equis dólares al mes y yo te apaño el contador”. La corriente viene de Bukavu, donde una gran presa suministra electricidad a las dos provincias de la región de Kivu. La subidas y bajadas de tensión son permanentes y es preciso asegurar las salidas de electricidad con estabilizadores.

Sólo con la capacidad hidroeléctrica del río Congo, la RDC dispondría de megavatios suficientes para suministrar electricidad a toda el África Austral (en este sentido, la presa de Inga siempre me ha impresionado). Y eso sin hablar del gas natural que esconde el lago Kivu (y que Rwanda ya ha comenzado a explotar). Pese a este enorme potencial, las estrellas se ven con nitidez cada noche en Goma.

La verdad es que, vistas desde Goma, iniciativas como “La hora del planeta” parecen propias de otro mundo.

Alfabetización en el campo de Buhimba

Uno de los proyectos que llevamos a cabo en Goma tiene por objetivo proteger y formar a 480 chicos y chicas desplazad@s en cuatro centros que hemos puesto en marcha en otros tantos campos. En el proyecto formamos a los chavales en talleres (corte y confección, panadería, reparación de bicicletas y peluquería) tres días a la semana, y dos días a la semana nos centramos en su alfabetización. El proyecto tiene un carácter eminentemente de protección: buscamos ofrecer a los chavales un entorno seguro en el que poder pasar unas horas al día y hacer una actividad útil. También dinamizamos actividades deportivas y culturales (por ejemplo hemos hecho un campo de volley en cada campo). Trabajamos con chicos y chicas de edades comprendidas entre trece y dieciocho años que son analfabetos totales y parciales.
Os pongo un vídeo de la alfabetización en el campo de Mugunga (con subtítulos en castellano). En él aparecen los profesores de Buhimba, Severine y Rutsuba, y el trabajador social del campo, David Byamana (el proyecto cuenta con dos asistentes de proyecto y cuatro trabajadores sociales, uno por campo).
Como veréis, Rutsuba es un crack.

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