¿PP?

¿Preso y Principios?

Últimamente ando preguntándome sobre mis valores morales y éticos. EL otro día me puse a pensar y en un primer momento no supe scar en claro ninguno, pero al de un tiempo pude sacar alguno:

-Creo que todas las personas podemos mejorar y creo en el cambio de las personas.

-Creo que un mundo mejor es posible si cada uno aportamos algo de vida, de chispa, de felicidad, a este mundo.

-Creo que la vida no es sufrimiento y que la vida está para disfrutarla y perseguir esa felicidad.

-Creo que todas las personas que hacen algo malo es porque les han hecho algo malo.

-etc..etc…etc…

HIPPIEEE!! gritarían algunos.

Ahora os voy a hablar en resumidas cuenta sobre mi vida, porque es imposible entender los valores que uno ha creado sin entender las vivencias personales que han acontecido en su vida. EN mi familia no hemos pasado hambre. Mi padre era informático y mi madre es enfermera. Hemos tenido comida, colegio concertado, profesores particulares, y vacaciones cada año (desde que teníamos una edad). Como ningún padre/madre nace sabiendo educar a sus hijos hubo cosas que no se llevaron de la mejor manera, pero en el fondo estaba claro que nos querían, cada uno a su manera, pero nos querían. Sus respectivas familias (primos, tios, etc.) han estado siempre ai, como apoyos importantes en mi vida, sobre todo con la familia de mi madre. Desde pequeñito he hecho mucho deporte en equipo y muchas veces nos íbamos el equipo de vacaciones…. he sido un rebelde en la adolescencia y he liado unas cuantas…. pero en general mi vida ha estado marcada, aunque con sus dificultades (más impuestas por mí mismo que por mis padres), por facilidades y cierta permisividad. EN general se podría decir que a lo largo de mi vida he podido ENRAIZAR, VINCULAR, obtener ciertas PERSPECTIVAS, GUSTOS… positivos y saludables.

No quiere decir que sea todo así, porque el sufrimiento, esfuerzo y demás cuestiones también han estado a la orden del día, pero no más que en la población general.

EL tema está en que mis valores anteriormente mencionados van muy relacionados con lo que he podido MAMAR de mi vida. En esto creo que estaremos de acuerdo.

 

Ahora bien, una persona que a lo largo de su vida infantil ha conocidola cara opuesta de lo que yo haya podido vivir: pocos o negativos apoyos familiares, falta de cariño y de límites, problemas entre sus padres, odio, tristeza… Lo que genera esa persona es MIEDO. Miedo al ser humano. Miedo porque las personas que tienen que cuidar de el/ella y darle lo necesario para que creza lo mejor posible; no saben darle eso o muchas veces no pueden ni saber darle esas cosas. Pues es normal que al final generes un rechazo hacia esa gente. Y es entonces cuando viene la delincuencia, drogas, robos, broncas…

Sin querer irme del tema voy a lo que he planteado en el título. Hoy mismo uno de los chicos me cuenta que en la carcel hay personas que por su personalidad “debil” (al menos en ese contexto), les roban el dinero del peculio (que es la pasta que tienes para poder comprarte algo dentro de la carcel), les desfasan, les pegan, o lo que sea. También me ha contado que así como hay gente que se pasa con ellas hay otros presos que les defienden y llegan a zumbarse con las personas abusadoras.

¿Porqué? ¿Porque conojones hacen eso?¿Acaso escapan del valor más comñun en esta sociedad que es el…salvese quien pueda o… yo me ocupo de lo mío y a los demás que les den…? ¿ACASO LOS PRESOS TIENEN PRINCIPIOS?

Pues he llegado a la reflexión de que no solo tienen principios, si no que son principios que los DEFIENDEN en situaciones muchísimo más adversas de las que tengo que defender yo los míos. Es muy bonito creer en un mundo mejor cuando vives con tu madre y sabes que hay cosas que no te pueden faltar. Cuando haces voluntariado para mejorar el mundo cuando tu vives de puta madre. Pero acaso seguiría pensando lo mismo cuando tenga que pagar una hipoteca?Cuando tenga responsabilidades mayores que colapsen esos valores?

A lo que me refiero es que hay que tener cuidado con ir de “tio progre” con valores cojonudos, cuando no has podido ponerlos en evidencia en situaciones difíciles. Y en cambio, hay presos, personas ignorantes y tiradas según algunos/as que son capaces de defender ciertos principios a costa de su propia vida. Porque cuando le defiendes al pringao te expones a que te zumben o a que te metan un navajazo.

 

Me gustaría verme a mí en esa situación. Me gustaría ver a unas cuantas personas que predican su verdad y descalifican a las personas presas tachándoles de malas personas. Me gustaría verles en esa situación. Cuando la defensa de esos principios/valores bailan en una espada de doble filo.

Lo que tengo claro es que hay gente presa que estoy conociendo que cada día me hace sentir más pequeño Y al mismo tiempo que me hace sentir más grande, mejor.

 

 

 

 

Un nuevo cambio y alguna que otra reflexión

Bueno, mi nombre es Asier Ramos.

Como os habréis dado cuenta, he cogido el relevo que Javi Campos había dejado en el blog. Yo estuve unos 3 años de voluntario en el proyecto de fines de semana y por temas formativos he tenido que acoplarme a esta gran familia que son los Pisos de Acogida.

Ya he leído algunas de las entradas que Javi había realizado, y si bien con el tiempo me gustaría leerme todas ellas, todavía no he tenido la ocasión de poder hacerlo. Mi intención no es sustituir lo que Javi haya podido aportar desde su experiencia, si no aportar algo desde la mía. Algo totalmente complementario. La verdad es que me siento como el nuevo cantante de Mago de Oz que tiene que hacerse cargo del grupo que José Andrea ha dejado recientemente. Aún recuerdo una de sus primeras frases como capitán vocalista: “No pretendo sustituir en vuestros corazones a Jose Andrea, pues es uno de los mejores cantantes del mundo. Simplemente quiero, poco a poco, ganarme vuestro respeto y cariño.”

Pues eso, el caso es que esto siga rodando para que personas que no conozcan esta realidad puedan conocerla un poquito y las personas que la conocemos podamos seguir conociéndola y reflexionando sobre el tema.

La verdad es que mis primeros días en este proyecto fueron algo caóticos. Las personas tendemos a construirnos unas estructuras de funcionamiento que hace que nos podamos adaptar mejor a situaciones que ya conocemos. Después de 3 años en fines de semana estaba totalmente habituado al funcionamiento del fin de semana, a las emociones que allí surgían, a las conversaciones que en ese espacio se tenían… Y cuando llegué aquí fue algo totalmente distinto! En un tiempo record (ya que solamente vengo 1 noche a la semana) pretendía sacar provecho de lo que antes hacía en un fin de semana, vivir con la misma intensidad, etc. Bueno, pues como todas las personas que se intentan adaptar a una nueva situación vital tuve que… ¡pegarme la ostia! No fue algo estrepitoso, si no que fue algo más bien interno y continuado. Cada semana que venía tenía que cambiar mi rol, mi forma de comportarme, para adaptarme al nuevo espacio y tiempo en el que me encontraba.

Muchas veces me pregunto si tenemos algo de distinto las personas presas en tratamiento y yo. Porque lo que veo es que todos nosotros estamos en etapas de cambio continuas y con ansias de ser mejores y tener una mejor vida.

Cuando le comento a mi tía el otro día que me iba a dormir a un piso con presos que están en tratamiento me dice…. ¿y que haces con ellos? Ante esta pregunta me hice el gallego y le pregunté: ¿que haces tu con tu marido cada noche? Me contesto: pues… ver la tele, hablar, cenar… Bueno-le dije- pues yo hago lo mismo. QUE MANÍA CON SEPARAR! Si nos preocupáramos más de lo que nos une en vez de lo que nos separa…

Últimamente ando leyendo un libro de Enrique Martinez Reguera. Es una persona que habla sobre los niños explotados y vulnerados (también catalogados como “delincuentes crónicos”, “problemáticos persistentes”, etc.) de una forma humana, terrenal y humana. Es un libro que sería muy recomendable para muchas de las profesionales que reciben en sus instituciones a personitas mayores, pero que vienen “sin haberse podido hacer”. Da un cambio de chip a muchas de las teorías convencionales que se han creado en torno a estos niños, pero lo que me gustaría destacar es un concepto del que habla: la SOBREADAPTACION. Este concepto surge en contra del concepto de INADAPTADOS que desde la más alta sabiduría predican algunos semidioses. El caso es que este tipo de niños (que no se alejan de la realidad de las personas presas, ya que este tipo de niños explotados, vulnerados y formalizados  (estereotipados) son los que pueden llegar a estar en una realidad carcelaria en un futuro) por su realidad de explotación, ha tenido que ser lo suficientemente adaptativo como para poder convivir en una infinidad de situaciones distintas. Si su padre le zumba en casa se tiene que adaptar a dormir en la calle; si no tienen dinero en casa se tiene que adaptar a robar en un supermercado; si no recibe cariño va a tener que adaptarse para poder recogerlo de otro sitios; etc, etc, etc. El caso es que cuando a nosotros, las personas “normalizadas” nos cuesta tremendamente adaptarnos a una nueva situación porque nos hemos acomodado a controlar unas pocas situaciones, un niño de 8 años es capaz de adaptarse a una cantidad inmensa de situaciones jodidísimas. Es por este motivo por el cual el concepto de INADAPTADO pierde fuerza y se crea el concepto de SOBREADAPTADO. El niño explotado es capaz de adaptarse a las situaciones más adversas y diversas, pero no es capaz de quedarse en una de ellas, disfrutar de una de ellas, relajarse en una de ellas que le pueda permitir tener una referencia positiva.

Estaría 50 horas hablando sobre este tema, porque la verdad es que me apasiona, pero voy a finalizar con una pequeña reflexión. Todo este rollo que os he soltado tiene relación con lo que veo en los pisos. Hoy mismo acaba de llegar una personita (como tu o como yo) que a sus 21 años se jactaba de haber recibido una puñalada y haber visitado de norte a sur todas las cárceles del estado. ¿Acaso se puede culpar a esta personas de presentarse ante los demás de esa manera? Las personas nos presentamos desde “lo que somos buenos”, “lo que hacemos bien”. Y esta personita había sufrido todo tipo de calamidades y estaba en la mesa para contárnoslo! A veces pienso que yo en su lugar estaría con una depresión de caballo mandando a la puta mierda a toda la humanidad….

A lo que me refiero es que, como decía Amalio Blanco, tenemos 3 deudas frente algunas de las cosas que nos rodean. Puede ser para con este colectivo y aplicable también a muchos otros.

1. Una deuda intelectiva (indagar, buscar razones, hacernos preguntas).

2.Una deuda moral (preocupación, indignación, condolencia por determinado estado de cosas).

3. Y un deber práctico (ensayar nuevas respuestas).

Y el VOLUNTARIADO puede ser una BUENA VIA para poder llevar a la práctica estas 3 deudas. Al menos es la VIA que YO he encontrado.

Animaros majetes y majetas!!!jajaja

¡Hasta luego!

Mis días de voluntariado en Bidesari han tenido que finalizar.

El trabajo y nuevos estudios en los que me he metido por si un día el trabajo falta, hicieron en el mes de octubre que me replanteara continuar yendo al piso. Los martes llegaba con la lengua fuera, casi sin tiempo para cenar, y acercarme los fines de semana para conocer mejor a los chicos se había convertido en tarea imposible.

Hablé con Roberto, Miguel y después con Verónica para decir lo que me pasaba y mis dificultades para continuar con el voluntariado y su reacción fue de comprensión. Parece algo tonto, pero necesitaba esta reacción, una parte de mí sentía que les estaba fallando pero sus sonrisas y el agradecimiento en sus caras hicieron que no fuera tan difícil para mí despedirme del piso.

Tengo claro que de Bidesari no acabaré de despedirme nunca.

Quedan los partidos de fútbol en la cárcel que espero recuperar cuando termine el curso en el mes de octubre y también seguiré colaborando con una pequeña ayuda como socio.

Más adelante llegará el campo de trabajo de verano, el día de arroces del mundo…y un montón de maneras de mantener el contacto, así que aunque las visitas al piso se acaban, mi relación con esta pequeña pero grandísima organización que es Bidesari sé que no se va a terminar nunca… eso sí, ahora toca ceder el testigo y este blog a nuevos voluntarios que espero que tengan ganas de seguir contando su DIAS DE VOLUNTARIADO.

Un abrazo a todos y muchísimas gracias por haberme hecho partícipe de una experiencia tan bonita.

Javi

 

Aire Fresco

 

Hoy ha sido un día especial, diferente.

Por la mañana, nada me hubiera hecho pensar que el día fuera a tener nada distinto de lo común, pero a medida que han ido avanzando las horas me he dado cuenta de que sí, de que estaban pasando cosas que iban a hacer que al llegar la noche me encontrara escribiendo otra vez aquí, después de tanto tiempo.

Lo primero que me ha hecho despertar a una realidad diferente ha sido la visita a mi trabajo de un amigo al que hacía muchísimo tiempo que no veía. Nada más verle, no he podido evitar gritar su nombre de alegría, sin pensar. Y más tarde, al abrazarle, he sentido de manera simultánea la presión que ejerce sobre mí el día a día de esta vida que muchas veces siento que no es mía y una bocanada de aire fresco entrando a través de mi cuerpo por una especie de rendija que solo las grandes amistades son capaces de abrir.

La alegría ha sido doble al saber que se encuentra muy bien de salud y también feliz después de varios años difíciles. Yo tenía que seguir trabajando y nos hemos tenido que despedir con una sonrisa y con la promesa de que esta vez tardaríamos menos tiempo en volver a vernos.

Ya en el trabajo y al poco rato de estar sentado en mi mesa otra vez revisando papeles, he recibido la llamada de Bidesari convocándome a la despedida de uno de los chicos. Tras varios días sin poder acercarme por el piso la llamada ha surgido como una oportunidad de volver a entrar en su rutina y sin pensarlo he respondido que por la tarde nos veríamos.

La visita de un amigo, Bidesari, estaba claro que aquel día no estaba siguiendo el guión habitual. Me lo ha confirmado la llamada a mi novia justo antes de comer, una llamada que ha terminado en discusión y que ha hecho que se me cerrara el estómago. ” Día de emociones”, he pensado, “a ver cómo acaba”.

La tarde la he pasado trabajando, buscando la solución a problemas tan duros como una roca mientras pensaba en cómo iba a arreglar una discusión bastante menos dura pero que iba a pesar mucho más si no se solucionaba.

De camino a Bidesari me ha llamado mi jefe y como hoy tocaba día raro, ya sí que sí, he recibido una bronca. Una bronca que encima ha sido de esas que duelen el doble porque sabes que es por culpa de una serie de malas noticias que no gusta escuchar más que por fallos en el trabajo. Sin embargo, como hoy ya tenía asumido que el día venía como venía, después de colgar el teléfono y ya a la altura de Bidesari, he decidido tratar de olvidar.

No me ha costado nada, ningún tipo de esfuerzo olvidar. Al atravesar la puerta de la cocina del piso he visto a los chicos alrededor de la mesa, a Susana con su enorme sonrisa y a un par de voluntarias y educadoras que no conocía y casi sin querer me ha salido sonreír, me he relajado y me he puesto a cenar.

Después de las típicas bromas le ha tocado hablar al chico que hoy se despedía, una persona que ha hecho un gran trabajo y al que yo creo que le va a ir bien.

Puesto en pie ha dado las gracias a los educadores, a sus compañeros y cuando ha llegado el momento de dirigirse a los voluntarios nos ha dicho: “muchas gracias, sois una bocanada de aire fresco cada vez que venís”. Nada más terminar esa frase me ha venido a la cabeza la imagen de esta mañana y el recuerdo de mi amigo Alfonso al que hacía tanto tiempo que no veía y me he sentido bien, muy bien.

Primero de Mayo

 

Hoy es primero de mayo, día de fiesta, la fiesta del trabajo y hoy, por ser martes me toca también pasar la noche en el piso de acogida.

Quizá por juntarse esta fiesta con mi voluntariado, me ha dado por pensar en los chicos del piso y en lo difícil que lo tienen a la hora de poder incorporarse al mercado laboral.  Si ya es difícil, muy difícil de por sí la situación para gente muy preparada,  la posibilidad de encontrar un trabajo para una persona recién salida de la cárcel, en algunos casos inmigrante y en muchos casos ex-toxicómana, es poco menos que remota.

Por lo que leemos en los periódicos o vemos por la tele, yo creo que todos nos podemos hacer una idea de la gravedad del problema, sin embargo me gustaría escribir sobre las dificultades añadidas con las que se encuentran personas que, habiendo saldado su deuda con la sociedad tras pasar por la carcel, quieren dar un giro a su vida.

Para mí, uno de los mayores problemas es cómo justificar esos años en blanco que aparecen en un curriculum. Cómo explicar dónde has estado esos tres o cinco años no justificados.  Se podría ir con la verdad por delante y decir, “estuve en la cárcel de Nanclares y durante esos años me formé haciendo cursos de electricista, albañilería o pintura” . Eso podrían decir, reafirmarse en su nuevo proyecto de vida yendo de cara, sin embargo, ¿el jefe de recursos humanos que les tuviera que contratar apostaría por ese cambio?

El otro problema que veo es la situación personal de estas personas: procedencia, formación, dependencias…y es que puede que para los chicos llegue un día en el que tengan suerte y encuentren trabajo, pero luego, lo que toca es mantenerlo y eso también es complicado, muy complicado y requiere de un profundo trabajo personal en el que hayan trabajado muy a fondo la responsabilidad. Por poner un ejemplo, algo tan sencillo o tan complicado para mí, como levantarme a una hora determinada para ir a trabajar, no dormirme, puede resultar un mundo para personas a las que nunca se les ha exigido el cumplimiento de unos horarios.

Todo esto he pensado hoy al ver las manifestaciones del uno de mayo sumando, a la impotencia de no ver una solución al problema que estamos viviendo, mi recuerdo y preocupación por los chicos.

“Es difícil, muy difícil ” he vuelto a pensar, “pero no imposible” me he dicho. Y al rato he recordado a varios chicos que habiendo pasado por el piso, ya están trabajando. Así que habrá que quedarse con eso y tratar de apoyar y transmitir optimismo. Es lo que toca.

DIFICULTADES

 

En un voluntariado también hay dificultades y hoy toca escribir sobre ellas.

No hace mucho que empecé con mi voluntariado, va a hacer un año, y todos los días que tocaba Bidesari, me acercaba hasta el piso o al lugar donde tocara la salida propuesta por los chicos con mucha ilusión. Hasta hace unos meses…

Hace unos tres meses descubrí que por primera vez no me apetecía ir al piso. Fue un martes, como siempre un martes, con la diferencia de que aquel martes había sido el típico día en el que todo sale al revés: la mañana se torció en el momento en el que me di cuenta de que había salido de casa sin recoger la bolsa con la ropa para el piso, más tarde, al llegar al trabajo recibí unas cuantas malas noticias de esas que hacen que desees que se acabe el día cuanto antes y para rematarlo, justo antes de subir al piso, tuve una discusión con mi padre que no pude terminar de arreglar porque sabía que me estaban esperando para la cena.

Esas malas sensaciones como las de aquel día, normalmente se me hubieran olvidado nada más pisar la entrada y saludar al educador  y hubieran terminado por desaparecer al escuchar los problemas reales tratados en las conversaciones de la cena.  Pero esta vez, el ambiente del piso no me ayudaba, más bien todo lo contrario. Los seis chicos que habían ocupado el piso en verano y con los que había compartido grandes momentos ya no estaban, y en su lugar habían entrado solo dos personas que no venían de los grupos de responsabilización de Bidesari, por lo que su adaptación al piso estaba costando más de lo habitual.

Por primera vez sentía que no aportaba nada a la vida del piso, sentía que se trataba de un trámite ir allí y me daba cuenta de que en la cena o el desayuno no me apetecía hablar o lo que es peor, estar allí con gente a la que apenas conocía y que además pensaba que no se estaba tomando muy en serio su tratamiento.

A pesar de todos esos sentimientos ni se me pasó por la cabeza dejar el voluntariado cuando ya en la cama, antes de dormir, empecé a pensar en esa noche y en otras muchas noches que había vivido en aquel piso. Pensé que estaba pasando por un mal momento  y que antes o después se terminaría, así que al martes siguiente volví, y al siguiente y al siguiente, y así varios martes sin grandes variaciones hasta que hace cosa de un mes la vida del piso y mi motivación por el voluntariado empezó a reavivarse con la entrada de nuevos chicos.

Había vuelto el buen ambiente y también nuevas enseñanzas gracias a comentarios como el que hizo Pablo el otro día. Cuando le tocó a Pablo el turno en la ronda que hacemos después de cenar para saber cómo le ha ido a cada uno el día, dijo que su día a día estaba siendo mejor gracias a una herramienta, según él para niños, que le habían dado los educadores: nos dijo que cuando un problema se le metía en la cabeza, y le empezaba a dar vueltas y más vueltas tenía que visualizar una señal de stop y salir de ese bucle.

Yo pensé, “¡qué buena!, esa herramienta no me vendría nada mal a mi” y después empecé a darme cuenta de que otra vez volvía a sentirme bastante bien alrededor de esa mesa.

 

Un partido en la cárcel.

 

Hace unos meses recibí un mensaje de Miguel, educador social en intervención penitenciaria de Bidesari en las cárceles de Basauri y Nanclares y crack como persona, se mire por donde se mire.

“Oye Javi”,  me decía, “en Navidad tengo pensando montar un partido de futbito en Basauri entre internos y gente de fuera,  ¿tú te animarías?”

Creo que tardé bastante poco en responderle que claro, que yo encantado y que gracias por acordarse de mí. “¡Menuda experiencia!”, pensé también y al rato traté de visualizar como podría ser ese partido y la entrada en un lugar que para mí seguía siendo un misterio a pesar de contar con bastantes referencias de gente que trabajaba o había pasado por allí. No tuve mucho más tiempo para pensar en el partido ya que enseguida llegó la semana en la que tocaba jugarlo y como no, también llegaron los mensajes y videos motivadores de Miguel a todo el equipo, mensajes que se convirtieron en palabras de ánimo ya camino de prisión en la furgoneta de Bidesari.

-Bueno- nos explicó Miguel cuando nos estábamos cambiando en un edificio anexo al penal- ahora voy a ir a la entrada con vuestros dni-s para que me den los permisos de acceso. No creo que haya ningún problema porque hace unos días llegaron las autorizaciones desde el ministerio.

“Normalmente el problema suele ser salir de la cárcel, ¿no?” pensé yo sin querer comentarlo en alto por no romper el silencio y la concentración que había entre nosotros en ese punto en el que Miguel nos explicaba los pasos que íbamos a dar para llegar hasta el interior de la prisión.

Al final, efectivamente, no fue tan difícil entrar. Me sorprendió la cantidad de portones que tuvimos que atravesar, hasta siete, y lo que  mejor recuerdo es la mirada de los internos a través del cristal del último control. Una mirada mezcla de curiosidad, sorpresa y cierto recelo hacia siete tíos que por lo que parecía, esa mañana no tenían nada mejor que hacer salvo jugar un partido en la cárcel.

Tras pasar el último acceso, tuvimos que recorrer un pasillo antes de llegar al patio y ya en él pudimos liberarnos por fin de la tensión calentando. Otra cosa que hizo sentirme algo más cómodo fue pensar que el patio, salvo por las ventanas tapadas con rejas, no era muy diferente al de mi antiguo colegio.

Los presos que tenían que jugar contra nosotros tardaron en aparecer pero finalmente lo hicieron  y eran tantos que acabamos organizando un triangular en el que a nosotros nos tocaba jugar los dos primeros partidos dejando para el final un partido entre los dos equipos de la cárcel.

De los partidos que nos tocó jugar no hay mucho que decir. Como era de esperar nos ganaron los dos, eso sí, con ciertas dosis de emoción.

En el primero, después de ir perdiendo todo el tiempo, llegamos a empatar a falta de un par de minutos.  Nada más meter gol, miré la cara de los jugadores del otro equipo, vi su frustración y pensé que no me importaría nada si se volvían a poner por delante y para alegría de todo el penal, lo acabaron haciendo. A mí se me escapó una sonrisa, la verdad. Bueno, en realidad creo que a todos, hasta Miguel se rió.

En el segundo partido pues ocurrió algo parecido, que nos ganaron.

El último partido entre los equipos de la cárcel fue el más emocionante y mientras se jugaba pude observar las actitudes y los comportamientos de los jugadores y de los internos que en un buen número habían bajado a mirar. Una cosa que me llamó la atención fue la rapidez con la que se cortaba cualquier insulto o enfadado. Es más, si el árbitro, otro interno de la cárcel de dos por dos, detectaba una mala contestación o un mal gesto hacia él o hacia cualquier otro jugador, lo frenaba rápidamente advirtiendo o expulsando al responsable. Luego también y como en cualquier partido hubo grandes jugadas, fallos y mucha alegría cuando por fin se marcó el último gol que puso punto final al triangular.

Nos dimos la mano y a diferencia de otros partidos en vez de recibir el típico “bien jugado” o “hasta la próxima” escuché un montón de veces la palabra gracias, “gracias por venir”, “gracias por habernos alegrado el día” , “gracias por jugar”…el último gracias antes de cruzar la puerta de salida lo recibimos del cura de la prisión.

-Muchas gracias – nos dijo- les habéis dado una buena alegría, muchos me han preguntado que cómo están las cosas fuera y para que pregunten eso…una buena acción habéis hecho.

Nos despedimos de él con otro apretón de manos y ya de nuevo en la furgoneta que nos llevó a casa, fuimos repasando jugadas y comentando que el año que viene había que entrenar más para ganar algún partido. Eso era lo que nos decíamos en voz alta, aunque en realidad estoy seguro de que en el fondo, lo que en realidad íbamos pensando era que de tener que volver a jugar, lo de menos sería el resultado.

Un paseo al aire LIBRE.


En mayo del año pasado entró en el piso de acogida Nico, un chico del que muchas veces me acuerdo y que pongo de ejemplo cuando me toca explicar lo difícil que puede llegar a ser  salir de una situación de drogas y cárcel si no cuentas con la ayuda y las herramientas adecuadas para hacerlo.

El día que me presentaron a Nico se mostró tímido, agachando la cabeza y sin sonreír. Estaba sólo en su habitación y le encontré nervioso, intentando habituarse a un espacio diferente al de la celda en la que había estado viviendo durante más de cinco años. En la cena de ese día estuvo algo ausente, y ante un par de comentarios que le hicieron se mostró muy a la defensiva. Después, cuando nos fuimos a despedir, le dije que nos veríamos el sábado pues ese fin de semana yo lo tenía libre, venía buen tiempo y dar un paseo por la playa después de meses de lluvia era un plan de lo más apetecible.

Llegó el sábado y quedé con Jon, el educador al que le tocaba hacer ese fin de semana, en la salida de metro de Las Arenas. La temperatura era buenísima, así que en manga corta  y con una lata de coca-cola en la mano me senté en un banco y me dediqué a observar a la gente que iba saliendo del metro. Con muy pocos minutos de retraso aparecieron los del piso: primero salió Jon y después fueron saliendo todos los chicos. Nico estaba entre ellos, eso sí, el último y mirando al suelo apenas me dijo hola al darme la mano. Cuando empezamos a caminar para dirigirnos al paseo marítimo Nico se colocó a mi lado y casi sin decirle o preguntarle nada, empezó a quejarse.

– No me gusta nada cómo se funciona en el piso, he propuesto tres o cuatro planes diferentes y no han querido hacer ninguno,  para el caso que se me ha hecho no vuelvo a proponer nada. Ayer, para escoger la peli de vídeo, pasó lo mismo. A mí me gustaban tres o cuatro diferentes y al final nos llevamos una porquería, nada que ver con las que yo había elegido. Fíjate si era mala que todos se fueron a dormir antes de que terminara, todos menos yo, que aguanté hasta el final. No me parecía bien irme antes, si te gastas el dinero en alquilar una película tendrás que verla. Por eso me quedé, me parecía una falta de respeto irse a la cama sin ver el final.

-Bueno- le respondí yo- nadie está obligado a ver la peli si tiene ganas de dormir, ¿no?

-No lo sé, a mí me pareció una falta de todo, y hoy lo mismo, vengo porque no me queda otro remedio. Yo quería ir al monte o correr, hacer algo de ejercicio, entresemana ya paseamos bastante y no hacemos nada de deporte.

Llegado a este punto de la conversación ya estábamos frente a El Abra, el cielo estaba azul, apenas había ruido y la brisa soplaba y te envolvía como solo lo hace en los primeros días de mayo.

-Pero vamos a ver Nico, mira al frente, mira el mar. ¿No crees que merece la pena dejar de pensar que todo el piso está en tu contra y disfrutar de este momento?

Miró al frente, y tras permanecer unos segundos en silencio, volvió de nuevo sobre el tema de que él quería haber ido a correr y no paró hasta la comida, cuando al terminar uno de los bocatas de tortilla más ricos que nos habremos comido en nuestra vida, reconoció por fin que lo estaba pasando bien.

-¿No ves?- le dijo Hassan- te dije que lo ibas a pasar bien.

Nunca he conocido a nadie con una imagen tan negativa de la vida y con una desconfianza en los demás como la que tenía Nico en sus primeros días en el piso, y tampoco he conocido a nadie que en tan pocas semanas lograra un cambio de actitud tan profundo que le llevara a creer en el  “si me lo dicen es porque me quieren ayudar” en vez del “me lo dicen porque me quieren fastidiar”. Cambió tanto, asimiló tantas herramientas con las que poder auto-convencerse de que en su mano estaba cómo vivir y qué hacer con su vida que cuando llegó su despedida, antes de dar el salto a comunidad, le dije que ver su evolución se había convertido en una de las razones que daba sentido a mi voluntariado.

A pesar de todo el trabajo y del cambio de actitud, el otro día  me enteré de que a Nico le habían expulsado a los pocos meses de entrar en Comunidad y de que le habían mandado, de la misma, a prisión.

Una pena.

Cuando te dan una noticia así, cuando te dicen que tal o cual chico ha vuelto a la cárcel, te toca buscar una razón para esa recaída y otra razón para continuar ayudando a gente que sabes que lo tiene muy difícil. Vamos, lo que a veces nos toca escuchar, el famoso “para qué les ayudas si a los pocos días volverán a la cárcel”

Yo siempre pienso lo mismo. En primer lugar, me repito y compruebo que hay gente que tras su paso por Bidesari no vuelve a consumir y tampoco vuelve a la cárcel y como segunda razón y casi principal, siempre pienso que durante esos días que estuvieron en Bidesari, estas personas no consumieron y pudieron disfrutar en libertad de tardes como la de aquel fin de semana en la que nos dimos un pequeño paseo al aire libre, “eso que se llevan”, pienso, “ese día ya no se lo quitará nadie”.

TOPALEKU

 

En marzo de 2011 empecé como voluntario de Bidesari y recuerdo que en la entrevista que hice antes de entrar, Roberto, responsable de voluntariado, me explicó los diferentes proyectos que Bidesari tenía: me habló del piso de acogida para gente recién salida de prisión, del piso de inmigración y del piso de reinserción y me explicó que el proceso se iniciaba en prisión sin llegar a cerrarse nunca del todo gracias a la existencia de un proyecto nacido como punto de encuentro llamado Topaleku.

Roberto, en esa entrevista, me describió Topaleku como una idea que cerraba o daba continuidad al proceso iniciado en la cárcel al crear un espacio en el que pudiera encontrarse gente que había vivido o estaba viviendo un proceso de reinserción con otras personas que podían ser del ámbito de Bidesari… o no serlo. Y yo pensé, “pues eso tiene que estar muy bien” y no me equivocaba porque desde las primeras veces que pude acercarme a ese espacio comprobé que Topaleku estaba o está muy bien.

Tengo varios recuerdos muy chulos. Las pelis de los martes antes de subir al piso de acogida y los comentarios a esas pelis durante la cena, un sábado por la tarde jugando al Trivial alrededor de una mesa, los espectáculos de Virginia Imaz y los monólogos de Javier Mañón y también recuerdo esa información de talleres a los que siempre pensé en apuntarme pero a los que al final nunca he podido ir…

El último momento que sé que va a quedar ahí, en mi memoria, es de este pasado viernes. Tocaba monólogo de Javier Mañon y ahí bajamos todos los chicos del piso de acogida y yo.  Una semana antes del día de la actuación, se suele comentar en el piso que el viernes hay que bajar a Topaleku y según se va acercando la fecha empiezan a recordarse momentos de actuaciones pasadas y las cenas acaban siendo muy animadas. Gracias a ese precalentamiento, nada más pasar la puerta de Topaleku ya estábamos todos con una sonrisa en la cara y pasados diez minutos, como siempre pasa, ninguno de nosotros podía parar de reír.

Sin embargo, a pesar de eso, a pesar de no poder parar de reírme, en un momento de descanso de Javier, pude echar un vistazo a las caras de alguno de los chicos del piso a los que tanto les cuesta sacar media sonrisa y pensé que conseguir sus carcajadas no tenía precio. Eso pensé, aunque todos sabemos que sí que lo tiene, por desgracia.

Y es que la crisis llega a todos lados y también ha llegado a Topaleku. Cuando faltan ingresos hay que recortar de algún sitio y como sucede en un hogar, en el que a la hora de decidir entre pagar el alquiler, la educación de los hijos o ir al cine…acaba perdiendo siempre el cine, en Bidesari también ha habido que hacer ese triste análisis y la conclusión ha sido que Topaleku debe cerrar.

Igual es un error eliminar esos pequeños momentos de diversión ahora que la crisis aprieta más que nunca y se ha agarrado a nosotros la tristeza y el pesimismo, pero es una decisión que por lo menos da cierto margen para poder llegar a fin de mes algo más desahogado. Triste, está claro, pero vivo al fin y al cabo.

Supongo que será difícil, pero espero que Topaleku vuelva, o que algún día me lo vuelva a encontrar con otra forma, o con otro nombre en cualquier organización o lugar, eso espero la verdad. De momento, habrá que disfrutar y aprovechar esos tres meses que todavía nos quedan y agradecer a Gaizko y a todos aquellos y aquellas que pasaron por Topaleku el haber conseguido juntarnos a tan variada gente con el propósito de hacer nuestra vida un poco más feliz.

Desde aquí, muchísimas gracias.

 

Carta de Topaleku

Carta de Topaleku

Un poco de arte en la cocina.


La sensibilidad se encuentra donde menos te lo esperas. Esa es la conclusión que hace un par de semanas saqué después de ver unos dibujos y escuchar una canción en el piso de acogida.

Cuando llego al piso lo primero que hago es dejar mis cosas en el cuarto de los educadores que está justo a la entrada, después charlo un rato con la educadora a la que le toque estar esa tarde y casi seguido, entro en el pasillo del piso para buscar a los chicos en el salón o la cocina. El otro día, al no encontrar a ninguno de ellos en el salón, fui directo a la cocina donde me encontré con Fidel cocinando. Le saludé y como siempre que entro en cualquier lugar donde se está cocinando algo, me puse a husmear entre las cacerolas lo que tendríamos para cenar. Tras comprobar que otro martes tocaba sopa y tortilla a la francesa, me dí la vuelta y ahí, colgados en la pared junto al calendario de viejas fotografías de cine, me encontré con cuatro dibujos.

– A ver si adivinas quién ha dibujado cada uno – me dijo Fidel – es una tarea de Vero, nos ha pedido que expresemos cómo nos vemos o lo que deseamos a través de la pintura  – añadió levantando una ceja.

La verdad que a mí tampoco me quedaban muchas otras salidas además de la de aceptar el reto, así que decidí ponerme a ello para de un primer vistazo comprobar que los dibujos eran muy distintos entre sí.  “Como los chicos”, pensé.

En el primer dibujo destacaba la enorme cara de una niña sonriendo con un sol enorme a un lado y una casa de color verde en el otro, el segundo era un paisaje paradisíaco con la típica playa de arena blanca en primer plano, quedando al fondo, un velero sin rumbo fijo. “Este tiene que ser el cuadro del de Portu”, pensé. El tercero lo podría haber firmado el mismísimo Miró: toda la lámina la cubrían unos gruesos trazos de color fucsia  que formaban el tronco y las extremidades de una persona en cuyo interior se podían intuir otras pequeñas personas, quizá, jugando. Por último llegué al cuarto, donde me quedé un buen rato parado, medio sorprendido y en cierto modo atrapado por el contraste formado por una figura arrodillada de color negro agarrada a los barrotes de una celda desde la que se podía contemplar un paisaje lleno de color.

– Esto va a ser difícil – le dije a Fidel poniendo una sonrisa de circunstancias tratando de ganar tiempo.

– ¿Qué pasa Javi? – Iñaki acababa de hacer acto de presencia en la cocina. ‘Salvado por la campana ’, pensé.

– Aquí, adivinando quién ha pintado cada cuadro, este lo has pintado tú, ¿a qué sí? – le dije señalando el cuadro de la playa.

-Aupa ahí, txo, pero tampoco era muy difícil, ¿no? -me dijo riendo- el mar, la playa…ahora vengo, voy a poner un poco de música mientras me ducho antes de cenar.

-Todavía te quedan tres- me dijo Fidel riendo.

La verdad que no tenía ni idea de por dónde salir. Además, para hacerlo todavía más difícil,  Iñaki acababa de poner el “Solamente tú” de Pablo Alborán a todo volumen.  “¿Y esta canción?”, pensé, “pero si Iñaki era más de Metálica”

-Venga va, te voy a ayudar. Este lo he dibujado yo- me dijo como si acabara de leerme en el pensamiento que necesitaba ayuda- esa enorme cara sería la de mi hija, aunque no sé yo si me ha quedado muy lograda y la figura de color rosa la ha dibujado Mamadú; nos explicó que eran él y sus niños.

– Entonces el último es el de Manu- dije yo.

-Sí, es de Manu- me respondió dándose la vuelta para comprobar que no se había quemado nada mientras yo trataba de adivinar el autor de cada cuadro- nos dijo que así se veía él, muy arrepentido…ya sabes.

– ¿Y qué le dijo Vero? – le pregunté.

– Que eso está bien, que es bueno estar arrepentido y pedir perdón, pero que hay levantarse.

– Está claro- respondí  mientras me iba al salón para tratar de asimilar tanta información.

-¿Está claro el qué?- me gritó desde la cocina.

– Está claro que la sensibilidad está  donde menos te lo esperas.

 

Enlace al Solamente tú de  Pablo Alborán en la versión que escuché aquel día en el piso..

http://www.youtube.com/watch?v=A-_vOI0EJYg

 

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