La ecuación es sencilla: por 4 euros que los estados invirtieran por persona, la vida de 525.000 niños y niñas en todo el mundo sería distinta: crecerían más sanos y podrían afrontar cualquier pequeño contratiempo infantil (diarreas, catarros, infecciones…). De paso, se reduciría la mortalidad de las madres y como consecuencia del menor gasto médico [&hellip
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