La guerra en Siria no da lugar a treguas. En tan solo dos días, Hanna Singer, representante de UNICEF en el país, ha visto caer 100 morteros sobre el oeste de Alepo, escucha continuos bombardeos en el lado oriental y duerme con el sonido de las explosiones de fondo. Durante los ataques, se esconden en baños y sótanos para después continuar trabajando, siempre con la amenaza de la muerte sobre sus cabezas: “un voluntario fue alcanzado por una bala mientras acompañaba a unos niños a su refugio”, explica Singer.
La mitad de las 31.500 personas que han tenido que desplazarse desde el este de la ciudad en los últimos diez días son niños y niñas. Niños que se han visto obligados a permanecer escondidos durante semanas en sótanos para salvarse de los incesantes bombardeos. Lo cuentan contentos. Han conseguido sobrevivir y pueden disfrutar del sol y sentir el aire. Pero han perdido mucho por el camino: padres, hermanos, amigos… Ya no volverán a sus antiguas escuelas, no se podrán sentar en el salón de su casa ni jugar en el parque que acostumbraban visitar.
No existe lugar seguro en Alepo. Llevar una vida normal es imposible. Millones de niños y niñas han muerto mientras iban a la escuela. Niñas como Hanadi y Lamar, asesinadas por la metralla de un mortero una mañana camino del colegio. Pero los niños y niñas no se rinden. Nunca pierden la fuerza para reír y jugar, para seguir creciendo. Y UNICEF tampoco lo hace. Gracias a las ayudas reunidas, se distribuye ropa de invierno y agua a refugios y pueblos; se mantiene y repara la red de agua de Alepo para 1,2 millones de personas y 7.000 niños, niñas y madres han podido ser vacunados.
1.600 niños y niñas tienen acceso a suplementos nutricionales y 6.000 reciben apoyo psicosocial. Las cifras son favorables pero todavía queda mucho trabajo por delante: solo en Alepo, cerca de 50.000 niños y niñas permanecen atrapados en condiciones extremas.
“Los niños – cuenta Singer – están muriendo porque no se les puede evacuar a 100 metros de distancia para ser tratados. La ayuda humanitaria, con todas las dificultades que acarrea, apenas alivia a los casi seis millones de niños que la necesitan en el país”. UNICEF seguirá trabajando sin descanso para salvar las vidas y mejorar su calidad a todo aquel que lo necesite. Con tu ayuda, podremos conseguirlo.