Réclamation de bagages

Estoy pensando en cambiar de trabajo, o al menos ir de cooperante a algún lugar donde no haya que ir en avión, porque ya está bien. Me pregunto si habrá proyectos de cooperación en Benidorm, por ejemplo, y así podría quedarme en el apartamento de mis padres, conocer a gente de mi edad, aprender a bailar los pajaritos y sentar cabeza, que ya me toca. Es que en diciembre pasé más de 50h tirado en aeropuertos por culpa de los pilotos del sepla, la nieve, etc. y este sábado no se les ocurre otra cosa que programar un ciclón, en plan caribe, pero en el cantábrico. La verdad es que originalidad no les falta. Para asegurarme la conexión París-Argel, adelanté el vuelo de Bilbao, pero el ciclón también se adelantó y coincidió con la hora del vuelo. Evidentemente el aeropuerto se cerró, el vuelo se canceló, y tuve que rehacer todas las conexiones hasta Tindouf sobre la marcha, adonde llegué sano y salvo 20 horas más tarde, pero sin equipaje. Mis maletas desaparecieron en algún lugar del hiperespacio. Volví a pasar unas cuantas horas haciendo cola frente a varios mostradores de reclamaciones en diferentes países, rellené formularios bilingües en francés y árabe, lloré y supliqué ante divinidades con poderes para desintegrar mis esperanzas de recuperar las maletas pulsando un simple botón, pero nada, al final llegué a los campamentos a las 3 de la madrugada con lo puesto. Y lo que más rabia me da es que la típica bolsa que me pasaron los típicos saharauis para traer a la típica familia de Dajla (la típica movida saharaui), la facturé también en Bilbao y llegó perfectamente hasta Tindouf.

Y así sigo, desde hace una semana, con la misma ropa. Lo último que me han dicho (o he entendido yo a través de una entrecortada conexión telefónica) es que han aparecido 2 maletas con las características de la mías en Bamako, o sea que se van acercando. Aunque consultando Google Maps, veo que tal vez han pasado de largo y se van alejando hacia las selvas centroafricanas, quién sabe. Quizás el ciclón verdaderamente las lanzó al hiperespacio y allí cambiaron de dimensión y han vuelto con vida propia y con ganas de viajar independizadas, desde un universo donde la evolución ha hecho que sean las maletas los seres inteligentes y los humanos simplemente sirvan para llevar las cosas de las maletas en su interior. A lo mejor me están buscando para vengarse de cómo las he tratado hasta ahora, y me obliguen a tragarme todas sus cosas y a viajar en el compartimento de equipajes mientras ellas van arriba, juntas, en ventana y pasillo.

Otros cooperantes me han pasado un par de camisetas, y me seco con una toalla sucia que encontré en una bolsa tirada por ahí. También me han dejado mantas (el saco de dormir está en Malí o Burkina-Faso, o quizás en Camerún, con las maletas con vida propia, las cuales seguramente han pasado del asombro inicial a la ira porque en este universo sus congéneres son esclavas de los humanos, y están empezando a pensar en cambiar las cosas, al estilo del “Planeta de los simios”), y la verdad es que resulta cómodo no tener que pensar qué me pongo hoy, o dónde dejo mis cosas. Por suerte, el neceser (que no cambió de dimensión y sigue siendo tan simple como siempre, el pobre) lo llevaba en el equipaje de mano, o sea que por lo menos me puedo limpiar los dientes y afeitar sin miedo a encontrar restos de comida en un cepillo ajeno o escamas de piel en una cuchilla oxidada.

Pues eso. Que si veis 2 maletas con pintas de buscar a alguien por ahí, no les habléis de mí, por si acaso.

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