La decisión está tomada a conciencia, es lo mejor para ella. Hace tiempo que todo el apoyo que tiene en casa ha dejado de ser suficiente, su salud cada día es más delicada, todo apunta a que no quedan más alternativas.
Así que inicias los trámites, pides valoración de dependencia, llevas todos los documentos necesarios a la trabajadora social de los Servicios Sociales de Base del Ayuntamiento, un tiempo después un médico la visita en casa, le hace muchas preguntas sobre lo que puede hacer sola o necesita ayuda…
Pasa un poco más de tiempo, nos llega el certificado que le reconoce como persona dependiente y con derecho a plaza residencial, así que en su PIA (plan individual de apoyos) solicitamos dicha plaza. Al de un par de meses llama una trabajadora de la Diputación Foral de Bizkaia ofreciendo para ella plaza en una residencia de Bilbao.
Aunque parece que lo difícil ya está hecho, aún nos queda lo más complicado: ¿cómo le explicamos que ese día que parecía que no iba a llegar nunca ya ha llegado?
Ella dice que no con la cabeza, “no quiero ir, prefiero quedarme en casa, es mi casa”, no escucha tus razones, “no, no, no…”. Todo lo que dices no sirve. Sabes que es lo mejor para ella, que va estar mejor, más atendida, que es sólo cuestión de tiempo que ella lo vea de otra manera.
Cuando llega el día del ingreso, vas con ella y sus maletas, hacemos el papeleo con la directora, ordenamos el armario y cuando te marchas y ella se queda en la puerta mirándote como te alejas, entonces es cuando tú comienzas a decir que no con la cabeza y a repetir “es lo mejor para ella”.
Ainara González Astorgano