“ME PARECE QUE ESTÁS SACANDO LOS PIES DEL TIESTO”
Le comenta el marido a su mujer
¿Desde cuándo el lugar de una mujer, en nombre del amor y de “eres mi mujer” es estar plantada en una maceta?
¿Desde cuándo el lugar de su compañero es ser su propietario y jardinero?
Si ella es su planta y él su jardinero, su supervivencia va a estar supeditada al deseo de él, según y como, de regarla, de ponerla al sol de podarla.
Si ella es su planta y él su jardinero, va estar colocada donde él quiera, “ahora te pongo en un rincón, ahora en el centro de mi mesa y luego vuelta a tu esquina”.
Si ella es su planta, y él su jardinero y se olvida de ella, va a estar, muriéndose por la luz que no llega y el agua no regada. Va a malvivir soportando la angustia de no saber nunca cuándo él la va a querer o la va a castigar, cuándo la va a tener en cuenta o cuándo la va a olvidar.
Si ella es su planta y él su jardinero y él se obsesiona con ella, si él se encela con ella, la va asfixiar con sus excesivos cuidados y con sus infinitas exigencias, “eres mi planta, me tienes que dar tus mejores flores, toda tu savia, sólo a mí y siempre”.
Yo soy mujer, y mis raíces son mis pies y mis piernas,
que caminan por donde quieren y se dirigen adonde les lleva el viento.
Soy mujer y habito la tierra entera.
Soy mujer y busco el amor pero no el que me encadena,
no el que me poda y acorta,
sino el que abona mi alma y la hace florecer.
Soy mujer y mi habitat es la tierra entera
no una parcela controlada por otro.
Soy mujer y creceré todo lo que pueda y abarcaré todo lo que puedan sujetar mis ramas
y seré feliz compartiendo mis espacios con otros seres que como yo tiendan al infinito.
Itziar Cantera