Subiendo las escaleras, empezando un nuevo camino.
Estamos desorientadas pero a la vez emocionadas,
ya que esta experiencia seguro que no nos va a dejar indiferentes.
Nos conocimos a los pocos días, y coincidimos en algunas de nuestras primeras impresiones -soledad, emoción, nervios, vergüenza, alegría…- y normal, ¡estando lejos de nuestras casas! Aunque no tardaron mucho en cambiar, ya que poco a poco todo se volvió más familiar.
Sentadas en la campa, fumando un cigarrillo vimos que teníamos muchas más cosas en común de las que nos imaginábamos. Las dos habíamos tenido contacto en el campo de lo social, pura coincidencia, ya que anteriormente habíamos cursado dos años intensivos del grado superior de Integración Social, y teníamos experiencia laboral con diferentes colectivos.
La ciudad nos gustaba, venir a Bilbao era una oportunidad para romper con rutinas y empezar una nueva etapa.
Decidimos estudiar Educación Social para adquirir nuevos conocimientos, destrezas y actitudes que nos permitan llevar a cabo acciones de intervención socioeducativa en diferentes contextos. Dotando a las personas de una actitud con más crítica social. Creímos que la carrera nos facilitaría estas y otras herramientas para afrontar nuevos retos. Pero no pasó mucho tiempo para darnos cuenta que la realidad era otra totalmente diferente, ya que la teoría con la práctica no tienen nada que ver. Y ahora gracias a las prácticas que estamos realizando en Cáritas hemos podido vivir en primera persona cuál es el verdadero trabajo de una educadora social.
Es por todo esto y muchas más cosas que no tiramos la toalla. Que aunque la universidad solo sea un mero trámite para conseguir un título, seguimos empapándonos de nuevos conocimientos que estamos seguras que nos servirán en un futuro.
Seguimos subiendo escaleras, en busca de la utopía.
“Todos nosotros sabemos algo. Todos nosotros ignoramos algo. Por eso, aprendemos siempre” (Paulo Freire)
