Lugares comunes

En el día a día, existen conexiones que hacen que nuestras acciones y comportamientos diarios tengan consecuencias en países más lejanos, y viceversa, hay hechos que ocurren a miles de kilómetros que tienen efectos en nuestro ámbito. Son hilos, aparentemente invisibles, que demuestran que todo está vinculado en este interconectado mundo: ropa, alimentación, energía, cambio climático, derechos humanos, desigualdades, pobreza, oportunidades, desarrollo…

 Nos une a una campesina colombiana el café que tomamos, si es de comercio justo o si ha sido producido bajo salarios de miseria y en condiciones laborales indignas y sin ningún cuidado por el medio ambiente y la sostenibilidad del planeta. También nos vinculamos a una persona de Bangladesh a través de la ropa que vestimos, puesto que no es lo mismo que haya sido producida en condiciones de esclavitud, o si garantizan los derechos humanos. Nuestros móviles, ordenadores o tabletas también nos acercan, por ejemplo, a una mujer congoleña, ya que parte de los minerales que se necesitan para su fabricación son extraídos en régimen de explotación e ilegalidad, incluso por niños y niñas, alimentando también guerras y conflictos armados. Si tiramos del hilo pronto llegamos al otro lado de la madeja.

 La pobreza y las desigualdades, aunque en diferente grado, golpean en todas las sociedades, las más próximas y las más lejanas, y tienen múltiples manifestaciones. Afectan a un ámbito global, no se circunscriben a un ámbito geográfico, por lo que ya no tiene sentido hablar de un hemisferio Norte enriquecido y de un hemisferio Sur empobrecido. Encontramos muchas personas en situación de pobreza y vulnerabilidad en nuestras sociedades, como podemos ver en nuestras ciudades y pueblos; así como sectores de población adineradas en países con grandes bolsas de pobreza y desigualdad.

 En este paradigma, constatamos que muchas luchas que se llevan a cabo en diferentes partes del planeta hacen frente a las mismas causas que las generan: un sistema patriarcal y neoliberal que necesita de la pobreza y las desigualdades para su propio sostenimiento, provocando así muchos lugares comunes como, por ejemplo, los que describimos a continuación.

 Mientras asistimos a la precarización de las condiciones laborales en nuestro entorno, miles de trabajadores y trabajadoras de países que producen productos que consumimos aquí reivindican también condiciones laborales dignas. Si en Euskadi nos movilizamos por recortes en sanidad o en educación o en políticas sociales, ¿por qué no negarnos también a que haya personas que no tienen acceso a la salud o a la escolarización en otros países a miles de kilómetros? A la par que movimientos ecologistas e indígenas, por ejemplo hondureños, se plantan ante la construcción de presas que dañan al medio ambiente y desplazan de sus tierras a sus habitantes, aquí afrontamos amenazas medioambientales como el fracking, entre otras. Ademas, mujeres de todas partes del planeta sufren diferentes violencias por el hecho de ser mujeres, y todas ellas reivindican una igualdad real. Finalmente, mientras Europa exige a sus gobiernos medidas claras de acogimiento, asilo y compromiso con las personas que huyen de la guerra y la violencia, son muchos los países africanos que acogen a miles de personas refugiadas que huyen de esas mismas situaciones en conflictos que se dan en ese continente. ¿Acaso estos ejemplos no son la misma cara de una moneda?

 Donostia, ciudad unida con el séptimo arte a través de su Festival Internacional de Cine pero también con su Festival de Cine y Derechos Humanos, nos invita en esta ocasión a sumergirnos en mundos y realidades pararelas, historias maravillosas o terribles, que dan pie a soñar. Precisamente para soñar, para pensar, para sentir, para criticar, para reflexionar y para tomar conciencia de lo que somos, tenemos y aportamos a este mundo de problemáticas interrelacionadas, queremos hacer mágica la noche del 9 de junio. Proponemos un cine en la calle en la Plaza Zuloaga a las 21.00 bajo el título Ilargi azpian Mundu zabala, errealitate anitz en el que proyectaremos cortos solidarios y sociales para cambiar el mundo.

Ampliemos horizontes en este mundo globalizado e interconectado y pasemos a la acción. Comprendamos que nuestro compromiso personal es indispensable para contribuir a construir un modelo de desarrollo más justo y solidario para todas las personas. Para ello, existen ya multitud de alternativas y herramientas a nuestro alcance impulsadas por los movimientos sociales y las ONG de desarrollo.

Eduardo Galeano señalaba que “mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”. “¡Y vaya que lo están cambiando!”, añadimos desde este colectivo que agrupamos a 80 ONG que trabajan en cooperación internacional, 50 de ellas en territorio de Gipuzkoa.

Lurdes Fernández Irisarri

Delegada en Gipuzkoa de la Coordinadora de ONG de Desarrollo de Euskadi

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