¿Nos están robando la música? Notas sobre el espacio público y prácticas de reapropiación de la cultura

POLICE. Fotografía del Proyecto ARTISTAS DE CALLE, Bilbao 2019

POLICE. Fotografía del Proyecto ARTISTAS DE CALLE, Bilbao 2019

Las instituciones nos han expropiado el espacio público hasta casi esterilizarlo de actividad musical, arrinconando la música en cada vez menos esquinas y trasladándola a recintos cerrados” Nando Cruz

En su artículo “Romper el marco”, Nando Cruz reivindica la emergencia de prácticas culturales más allá del circuito comercial y oficial. En sus líneas propone hacer música en contextos más justos y menos condicionados por un mercado que hace de la música un objeto de consumo elitista. Liberar la música de las ataduras del mercado.

Según el autor, la música está siendo arrinconada, mutilada, aislada, despreciada, minusvalorada y marginada en la medida en que es tratada y valorada exclusivamente como objeto de consumo. Es decir, ya no somos capaces de apreciar la música que no entra en los circuitos comerciales.

La música que escuchamos en la calle es, sin ir más lejos, denostada, despreciada, dejada sin valor, por el mero hecho de que no está incorporada a los circuitos del comercio musical, por ejemplo, no tenemos que comprar una entrada ni pagar por ella, no está ni promocionada, ni regulada, ni existen mediadores, agentes o terceros. La espontaneidad del músico de calle, su circulación por fuera de las normas, por fuera de las autorizaciones, la ausencia de regulación e intermediarios, en definitiva, su desnudez la despoja de estimación y valor; comercial, estético, bello. De hecho, en multitud de ocasiones nos pasa desapercibida.

Durante el 2019 hemos conversado con diferentes músicos de calle, realizamos entrevistas, grabamos vídeos, fotografiamos, escuchamos y preguntamos (Proyecto “Artistas de Calle” Vitor Guerra). Recientemente, nos informaban que el Ayuntamiento de Bilbao va a exigir carnets a los músicos que tocan en las calles de nuestra ciudad. Un requisito a añadir a la lista de restricciones que impone la Ordenanza pública.

La música es una manifestación humana, ciudadana, relacional y descentralizada, en diálogo constante con la época en la que nace y vive. Es también un lenguaje universal y democrático de encuentros múltiples, diversos, diferentes. Tiene también un componente de satisfacción y placer, de unión y de lazo social.

Sin embargo, en la actualidad la música ha pasado a ser entendida como un objeto de consumo y de regulación. Se compra, se vende, se roba, se descarga, se presenta en espacios cerrados, en museos y en estadios, pabellones y festivales donde hay que pagar un alto precio, nada democrático. La música tiene un precio y un mercado. Con el paso de los años, la sala de conciertos se ha convertido en un espacio exclusivamente comercial, en menoscabo de aquel espacio de encuentro, diálogo y lazo social.

Contribuir a liberar la cultura

Contribuir a liberar la cultura es también acoger y generar otros modos de engendrar cultura y poder participar de ella. La música es, antes que nada, un hecho cotidiano y social. No, exclusivamente, un objeto de consumo.

Por supuesto, sería ingenuo plantear una vuelta atrás, no hace falta ser nostálgicos. La música, así como la mayoría de prácticas y disciplinas contemporáneas, se ha visto afectada por el nuevo orden del consumo global. Este artículo, solo pretende situar algunas de las paradojas y contradicciones inherentes a la concepción de la cultura, su uso y posibilidades, a partir de lo que podríamos denominar como la vía de su privatización. Efectivamente, los músicos han de poder vivir de su trabajo, cosa nada fácil en la actualidad, pero esto sería motivo de otro artículo.

Si algo convierte la música en cultura, más allá incluso de su valor artístico, es su impacto en las relaciones humanas” NC

La música siempre ha formado parte de los hechos culturales más notables; de la vida y del día a día de las personas y de las comunidades. Produce una satisfacción y hace comunidad, la música es parte de la cultura y de las sociedades donde nace, viaja y se mezcla. Está en constante tránsito y se transmite por el surco de las generaciones. Cada época trae nuevas músicas y nuevas formas de satisfacción, que conversan y discuten con las anteriores.

Ahora que la cultura vive totalmente precarizada y, por tanto, depende sobre todo de la inversión privada, hemos pasado de aquella Cultura de la Transición donde mediante la inversión pública se decidía qué tipo de música era conveniente y cual debía quedar silenciada, a un momento actual en el que los patrocinadores introducen su gusto apoyando un tipo de artistas acríticos y prescindiendo de aquellos otros que pudieran generar algún tipo de conflicto. Hoy es el patrocinio quien hace funcionar la cultura. Los hay que lo ven necesario, pero también lo podemos ver como un proceso acelerado de desposesión de la música” NC

La cultura se gesta desde abajo, hay en ella un poder de subversión frente a los poderes hegemónicos de cada época (políticos, económicos, culturales). Ciertas manifestaciones culturales, así como el arte o la música, van siempre un paso por delante de la época, tienen la capacidad, y la función, de mostrar aquello que en cada época se resiste a ser asimilado. Un cierto componente de distorsión y crítica les es inherente. Es por esto que reivindicamos esa música más cercana a la comunidad.

Redefinir los con-textos, espacios y lugares donde la música se escucha, se hace y se transmite, pasa por inaugurar y reinventar diferentes modos de reapropiación del espacio público y su relación con los hechos culturales.

Apostamos por espacios donde la música pueda recuperar, reconquistar, su verdadero significado apuntando hacia prácticas de reapropiación del espacio público que puedan acoger una cultura más libre, crítica y democrática.

Romper todo este marco significa, en definitiva, dinamitar el actual orden cultural para recuperar el viejo desorden. Es precisamente apostar por un clasicismo punk” NC

Cosme Sánchez

Junio 2019

Romper el marco. Cultura en tensión. Seis propuestas para reapropiarnos de la cultura. Nando Cruz. Editorial Ciclogénesis. Rayo verde (2016)

ARTISTAS DE CALLE es el nuevo proyecto audiovisual del fotógrafo Vitor Guerra y el Colectivo Hasiera. Una reflexión sobre el espacio público, su uso y posibilidades, a partir de la multiplicidad y riqueza de las creaciones artísticas.

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