ARTISTAS DE CALLE. Proyecto audiovisual. La desaparición de los lugares sociales

Fotografía de Vitor Guerra

Fotografía de Vitor Guerra

ARTISTAS DE CALLE es el nuevo proyecto audiovisual del fotógrafo Vitor Guerra y el Colectivo Hasiera. Una reflexión sobre el espacio público, su uso y posibilidades, a partir de la multiplicidad y riqueza de las creaciones artísticas.

La vida en común, con los otros, es cada día más compleja en las sociedades individualistas. Las calles se han convertido, poco a poco, en lugares de tránsito donde el vínculo social, el apoyo, o la conversación se han reducido notablemente. Las avenidas, las plazas, los parques, los bordillos de las aceras y otros espacios que, durante la modernidad, servían para organizar nuestras vidas están cambiando.

El espacio público: Seguridad y control

En nuestro contexto social y político proliferan las medidas de seguridad y control, como recurso privilegiado frente a la incertidumbre, el miedo y la precariedad que nos asola. Las cámaras de vigilancia se han convertido en parte fundamental del mobiliario urbano. Personas que se paran en la calle o caminan solas, pueden ser consideradas, en no pocas ocasiones, sospechosas. Las normativas de seguridad ciudadana pretenden regular la conducta humana en su totalidad y para ello se basan en la ideología de la prevención, la vigilancia y el higienismo medico-social.

El Orden Público está más presente que nunca, bajo diferentes modalidades y fórmulas, fundamentalmente policiales. Se regula el uso de las plazas y las vías públicas poniendo especial atención en el carácter preceptivo, es decir, en la reducción o la eliminación de ciertos usos y costumbres. Usos que molestan y perturban, que no están en sincronía con las conductas consideradas “normales“, adecuadas, adaptadas. Se organizan unas jerarquías que dotan de primacía a los derechos individuales y a la seguridad, en menoscabo de los derechos colectivos y sociales.

Hoy tenemos derecho a casi todo; desde el derecho a no ser molestado por ruidos o imágenes desagradables, hasta respirar aire puro o tener una vida sana. Derechos que si bien tienen una faz positiva, en ocasiones, reducen de manera alarmante las posibilidades de acción y convivencia, o las diferentes formas de ver, discrepar,  y de vivir la vida. Entre ellas, las manifestaciones artísticas y la libertad de expresión encuentran sus límites mas contundentes. Para ello, las fuerzas del Orden Público no dudan en aplicar toda su fuerza, utilizando incluso la vía penal y punitiva. Este empuje a la normatividad olvida, en no pocas ocasiones, que el lazo social está hecho de palabras, de encuentros inesperados, y que para producir sociedad es necesario construir espacios de socialización que acojan precisamente aquello que hay de inadaptado en cada uno de nosotros, es decir, nuestra particularidad (que no es otra cosa que aquello que en cada uno de nosotros se resiste a ser asimilado por el discurso oficial).

La desaparición de los lugares sociales. Un desplazamiento peligroso

En toda organización social es imprescindible la existencia de espacios para la conversación y el vínculo social. Calles, plazas, centros sociales, foros, etc. Estos espacios, que tradicionalmente acogían y promocionaban el vínculo social, están siendo reducidos a su mínima expresión. Las instituciones deben tomar buena nota de ello, de cara a promocionar estos espacios de vida y de vínculo social, tanto en el espacio público como en el interior mismo de las instituciones y servicios (Salud Mental, educación, ocio, exclusión social). Por otra parte, debemos concluir que estos lugares sociales no están siendo sustituidos por otros donde el vínculo social sea posible. Por ejemplo, en el campo de la relación asistencial cada vez hay menos espacio para hablar, para hablar con los pacientes, las personas usuarias no somos escuchadas en multitud de ocasiones, o en unos tiempos muy reducidos. Por otra parte, y en otra línea de elaboración, existe un desplazamiento desde los espacios tradicionales del vínculo social hacia los centros comerciales y otras actividades de consumo.

No obstante, lo que organiza estos nuevos espacios es la cualidad y la potencia de los consumidores en activo, el mercado y el valor de consumo. Es lo que algunos sociólogos de la post-modernidad han denominado y localizado como “la desaparición de los lugares sociales“. En este sentido, hemos de estar advertidos de un desplazamiento, a saber, que la condición de ciudadanía se ha visto notablemente transformada hacia el estatus del consumidor.

Las calles, a su vez, han sido tomadas y colonizadas por las grandes corporaciones de consumo masivo y local, previa autorización preceptiva. Hay, pues, una ausencia y un déficit de lugares sociales, en el sentido antropológico del término. Marc Augé acuña el término de “no lugar” en la década de los 90 como paradigma de lo que él denomina la sobremodernidad. Los no lugares son espacios propiamente contemporáneos, transitorios y anónimos. Estaciones de trenes, centros comerciales y turísticos, campos de refugiados, cajeros automáticos y lugares de paso, son algunas de sus manifestaciones en la actualidad.

El lugar se cumple por la palabra

El lugar se cumple por la palabra. El intercambio de palabras y conversaciones, en la convivencia y en la intimidad cómplice de los seres hablantes, es lo que dota a un espacio de su cualidad de lugar social; lugar de vida. Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar.

“Espacios donde ni la identidad ni la relación ni la historia tienen verdadero sentido, donde la soledad se experimenta como exceso o vaciamiento de la individualidad, donde sólo el movimiento de las imágenes deja entrever borrosamente por momentos, a aquel que las mira desaparecer, la hipótesis de un pasado y la posibilidad de un porvenir” Marc Auge*

La hipótesis aquí defendida es que la hipermodernidad es productora de no lugares. Un mundo donde se multiplican y prodigan, en modalidades lujosas o inhumanas, los puntos de tránsito y las ocupaciones provisionales (las cadenas de hoteles, los campos de refugiados, los clubes de vacaciones, aeropuertos, una apretada red de medios de transporte que son también espacios habitados, los distribuidores automáticos, las tarjetas de crédito…). Un mundo, hostil a las diferencias, catapultado hacia la individualidad solitaria, a lo provisional y a lo efímero.

La organización del espacio público y la constitución de lugares (sociales y de vida) son, en el interior de un grupo social, una de las apuestas y una de las modalidades de las prácticas colectivas e individuales, también institucionales. Las colectividades, como cada nueva vida que se incorpora a ellas, tienen la necesidad de pensar su identidad y la relación entre sus semejantes. Las personas necesitamos lugares donde simbolizar los constituyentes de la identidad compartida y de la identidad singular; del individuo en tanto en cuanto no es semejante a ningún otro.

 

Cosme Sánchez

Bilbao, enero 2019

*Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. MARC AUGÉ (1993). Publicado por Editorial Gedisa

*¿Cómo se regula la música en España?

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