Amor de barrio(s de acogida), por Alba Algarabia

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«La acción humanitaria nace para desaparecer, la solidaridad para quedarse.»

Juan Hernandez Zubizarreta, OMAL

«La solidaridad es la ternura de los pueblos.»

Gioconda Belli

Son las 6:30 en la Kultur. Anita abre un ojo y saca una mano del saco para despertar a Migel. El trasiego en la casa parece que empezó hace horas. Algunos cantan mientras se asean en los pequeños baños. Otros esperan sentados a que les abran la puerta, con la misma zozobra de todos los días. Algún otro no tiene paciencia: descorre el pestillo y se va. El hacinamiento de nuestra humilde morada de acogida le agobia y necesita oxígeno, aunque eso suponga una hora más de calle, hoy, bajo la lluvia.

Son las 8:00 en casa de Claudia. Sus tres nuevos compañeros de piso ya están listos y se despiden hasta la noche con palabras de agradecimiento: la ducha caliente, el colchón, la intimidad… lujos rekuperados por estos migrantes sin hogar gracias a la solidaridad de esta vecina, ella, también, migrada. Al salir caminan juntos hacia el comedor social donde desayunan de lunes a sábado. El domingo, Dios no quiso trabajar. Es fiesta de guardar para las monjitas y de ayunar para lxs pobres, que tampoco cenan en agosto cuando los recursos se van de vacaciones. Ahora bien, esas grietas del sistema también las estamos salvando desde los barrios.

Son las 9:00 en casa de Mertxe. A pesar de que se acostó tarde y con el estómago vacío, lleva un rato ya trajinando. Sus gatas sí que tienen que comer. Lee sobre el avance de la guerra siria en los cantones kurdos mientras espera la primera llamada de la prensa. Tres entrevistas concertadas hoy por la mañana. La escuchamos y leemos humana, cruda y combativa de principio a fin, siempre infatigable. Aprovecho: gracias, compañera, por todo lo que hemos aprendido juntas en esta brigada urbana, las batallitas de toda una vida de lucha; menuda escuela política de verano nos hemos montado…

Son las 11:00 en el ambulatorio de la Merced. Berta espera pasar a consulta con los tres migrantes francófonos a los que ha acompañado hoy para ayudar a lxs médicxs en las labores de traducción. Las citas fluyen. Las trabajadoras del centro ya la conocen. Gracias a su ternura y perseverancia, la respetan e incluso consultan sus dudas administrativas. El trato entre iguales ha conseguido derribar algunas barreras del sistema de salud y nos empodera a todas. De hecho, los migrantes han comenzado a acompañar a sus hermanos.

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Son apenas cuatro historias de un enorme mosaico. Un hermoso calidoscopio por el que han pasado cientos de vecinxs del barrio de Bilbao La Vieja, cada una aportando su granito de arena (o un puñado) en el desierto de las instituciones, puntos de luz frente a la oscuridad de la sombra alargada del fascismo europeo, fueguitos de solidaridad internacionalista, decolonial, anticapitalista.

Quisiera mencionarlas a todas, pero soy consciente de que me dejaré alguna: las panafricanistas que han tejido redes con sus comunidades, las asiladas y abogadas que han ofrecido asistencia jurídica, las campesinas, comerciantes y hosteleras que han aportado alimentos para los desayunos y cenas solidarias, el equipo cocina (Zaka, Omar y Seku) y todxs sus pinches, las poetas, bertsolaris, músicas y dantzaris que han dinamizado fiestas y kalejiras, las militantes antifascistas y antirracistas que organizaron el Mundialito, las grafiteras que han corregido las campañas de publicidad alienante, cínica y sinvergüenza de las instituciones, todas las hijas de Babel que han levantado puentes entre lenguas coloniales y no tanto, las profesoras que se han embarcado en la ingente y bellísima tarea de alfabetizar, las que han puesto coche para el traslado de mantas, ropa, etc., las que han tomado acta en las asambleas, las que han diseñado e ilustrado carteles convocando e informando a las vecinas, esas que han soportado el ruido de la masa acogida sin llamar ni una sola vez a la policía, las que han habilitado espacios que han desahogado a la Kultur…

Y faltan, por supuesto, las militantes de Ongi Etorri Errefuxiatuak, que en la trastienda y en innumerables asambleas y llamadas de teléfono han conseguido relevo para los barrios cansados. Las vecinas de Atxuri fueron las pioneras, del 11 al 24 de julio. Ese día la Casimira de Bilbi tomó el testigo y se lo pasó a la Karmela de Santutxu el 17 de agosto, con la familia muy ampliada.

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Seguimos tejiendo redes entre los barrios y el relevo de Karmela ya lo estamos gestionando, siempre pensando en lo mejor para lxs migrantes, en habilitar espacios para las mujeres, que se nos escapan y nos duele, etc. Nos hacemos también eco de las redes de acogida en la Frontera Norte ―Irun y Donosti―, Vallekas, etc.

Podemos y debemos sentirnos muy orgullosas. En pleno periodo vacacional, nos embarcamos con muchos miedos en un proyecto precario que ha terminado siendo una acogida casi integral. Habremos cometido fallos, podríamos haber impulsado más la autogestión, la participación de las propias personas acogidas… no hay duda de que lo intentamos. Hemos tratado en todo momento de respetar la dignidad humana, siempre en equilibrio por las condiciones impuestas por cada espacio. Quizá no hemos incomodado demasiado a lxs gobernantes en sus vacaciones, pero hemos sacado músculo y les hemos señalado constantemente ―«¡Estamos haciendo vuestro trabajo!»―. El desborde de la solidaridad vecinal debería haberles sacado los colores, por lo menos. Tarjeta roja de los árbitros gemelos del Mundialito para esta gente, por favor.

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Una última reflexión, para ir terminando. No es casual que sean cuatro mujeres las protagonistas del comienzo. El eje asistencial de la acogida ―las cenas, el reparto de ropa, los acompañamientos médicos―, básicamente, los cuidados, han sido sostenidos mayoritariamente por mujeres, una vez más. Porque nuestra acción ha sido muy política, hacemos una lectura feminista de la experiencia de la acogida e instamos a los compañeros a que reflexionen. ¿Echaron en falta más acción directa, desobediente? Como dijo un compañero de Portu en la última asamblea del barrio, acoger a migrantes sin papeles, con orden de expulsión, es profundamente subversivo. Nosotras, añadimos: cuidar, también.

Hemos cuidado y nos hemos cuidado. Abrazos para que no decaiga el ánimo, invitaciones a pintxo pote para llenar los estómagos vacíos en el último bar abierto, palabras de apoyo y sororidad cuando nos hemos sentido baboseadas y cuestionadas, dedicatorias al final de letras de rap con las que lxs migrantes se acuerpan… Hemos bailado para liberar tensiones, hemos compartido nuestros caminos, miedos y sueños y hemos gritado juntas: «¡No más sueños ahogados!».

Seguiremos luchando en este combate contra las leyes de extranjería y políticas fronterizas, donde ellxs han puesto mucho más cuerpo. Hemos visto incluso sus heridas de guerra, las cicatrices en el alma y en la piel, de la travesía del desierto, del bosque, de la patera, de la valla… y del exilio. Seguiremos encontrando formas de pagar nuestra deuda histórica con el expolio de África y otros pueblos oprimidos.

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Al calor de este movimiento popular que nos ha insuflado tanta esperanza, seguiremos en la brecha. Gora harrera auzoak!

Son las 23:30 en la Kultur. Está terminando la asamblea nocturna. Moderar a un grupo de 150 hombres es empoderante y agotador a partes iguales. Hoy ha sido dura: se han sentido insultados por un periódico local que ha publicado en su portada una foto en la que se reconoce a muchos de ellos entrando en “la maison”. Insistimos en que no nos avisaron y por eso no pudimos prevenirlos, que a nosotras también nos caen mal esxs periodistas sin escrúpulos ―creo que no es necesario citarlos―. No parecen muy convencidos. Añadimos que aquí nos graban las 24h en la calle, dentro… que todas estamos expuestas. Se indignan con Europa. Un compañero añade que a él no le sorprende: ya se dio cuenta cuando desembarcó de la patera y se desnudó ante la policía suerte que no tuvo que estrecharle la mano al cabrón de Pablo Casado mientras hacía sucio trabajo de campo, pienso yo. Testimonios que nos duelen y mueven. Tomamos conciencia en colectivo de las vejaciones y grietas del sistema y nos acompañamos en el duelo.

Nos toca a nosotras ahora echar la bronca a los que han faltado a su cita con el médico, conseguir voluntarios para limpiar los baños mañana… Batallas cotidianas. Antes de acabar, presentamos a las vecinas que van a velar sus sueños esta noche: Bir, Muns, Ando, Jon y Iker han llegado con sus esterillas y sacos. Casi todas repiten. Conocen la dinámica y colaboran en el reparto de mantas, la colada, haciendo hueco para los nuevos en las habitaciones… Despedimos a Marie-Lucie y a Souley, africanxs asentadxs en el barrio que colaboran en las cenas y lo que surja, referentes para lxs recién llegadxs.

En un momento que uno cree de respiro, se me acerca: «Ma soeur, vous avez une minute ?» Es director de cine y busca guionistas. Me descoloca, no sé qué contestarle. Yo, que me he hecho un máster en recursos sociales, que parezco tener siempre todas las respuestas. «¿Para contar nuestra historia, la de la casa de acogida?» le preguntó, naif. «No, mis historias.» responde.

Mertxe se pasea descalza entre las precarias camas. Se desespera buscando huecos. Algunos ausentes rezan. Otros se comunican por videoconferencia con la familia o escuchan música. Suena un móvil sin parar, pero nadie lo coge. Lo descubrimos bajo la manta y literalmente pegado a la oreja de un joven profundamente dormido. Cuánto cansancio acumulado. Pedimos silencio. « Bonne nuit, maman ! » corea uno, y el saludo se extiende por la sala a oscuras. « Ça y est » ruega Mertxe. Risas, todas nos reímos. Solidaridad con humor, para seguir al pie del cañón, un día más. Bossa!

Alba Algarabia. Vecina de Bilbi enamorada de su barrio

5 de septiembre de 2018

Ilustraciones: Evanoru

Fotos: Realizadas por diversas vecinas del barrio

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