Atención a personas con VIH

Los principios básicos de la Ética son:

a) respeto a la autonomía de los demás, respeto a la vida, a la dignidad y la integridad corporal de las personas.

b) beneficencia.

c) no maleficencia: hay que beneficiar y no perjudicar, existe el deber de proteger y cuidar a los más vulnerables y, cuando sea necesario, actuar en su defensa.

d) justicia: imparcialidad en el uso del poder político y de los recursos públicos y no discriminación de los grupos con igualdad de oportunidades entre ellos. (Gamba et al. 2007)

Grafiti en Bilbao La Vieja.

Las intervenciones psicológicas de este tipo tienen varias metas, procedimientos, espacios y enfoques. Las hay de inicio, de emergencia, de seguimiento, de educación, de evaluación, de información… El terapeuta tiene muchas funciones en el tratamiento preventivo. En la prevención la educación sexual es la clave por lo que se convierte en uno de los ámbitos donde la acción y el servicio psicológico es ineludible. Ademas el terapeuta debe ofrecer contención emocional en los momentos decisivos.

Desde el momento del diagnóstico de la enfermedad, las instituciones de salud están obligadas a proporcionar apoyo psicológico de urgencia y si es posible, terapia psicológica. Esto está lejos de cumplirse de manera óptima; una de las razones de esta situación, es la carencia de psicólogos interesados y entrenados en la atención de personas infectadas por VIH.

Algunas instituciones de salud, ofrecen atención psicológica, pero solo en etapas agudas, de emergencia; no desarrollan un trabajo terapéutico que ofrezcan al enfermo orientación sobre la enfermedad y su evolución y el sostén emocional, aspectos fundamentales en el proceso de mejora del enfermo.

En todas las fases de la infección, la contención psicológica será un aspecto que aumentará las posibilidades de mejora en la calidad de vida del paciente y disminuirá los riesgos físicos y emocionales.

Una infección crónica como es el VIH puede causar consecuencias psicológicas como estrés, baja autoestima, depresión, aislamiento social y personal, miedo al rechazo entre otras muchas y es por eso que debemos tener muy en cuenta los principios anteriormente mencionados para poder llevar a cabo la mejor actuación posible de manera que se ayude en todos los ámbitos posibles.

Tal y como indica del Campo (2007), las familias de los afectados por este virus tampoco están exentas de desajustes y dificultades emocionales, ya que en cierto grado también sufren el aislamiento y la discriminación que a menudo acompaña a este colectivo. Por lo tanto, la atención psicológica también va dirigida a los familiares y al entorno social cercano al paciente si es necesario.

Hay que tener en cuenta la dificultad que tiene para el paciente aceptar que ahora pertenece a otro colectivo, un colectivo discriminado. Muchas veces esta dificultad es generada por los prejuicios que él mismo tenía antes hacia ese colectivo del que ahora  forma parte. Las interpretaciones que el paciente puede hacer de la enfermedad, están influidas en mayor o menor medida por las estructuras institucionales profesionales, por las reacciones sociales ante la enfermedad y por su propia percepción de la misma. Estas interpretaciones son importantes ya que determinan el modo de afrontar la enfermedad.

Todas estas sensaciones provocan un terrible desgaste emocional y para prevenir algunas o todas ellas es necesaria una rápida intervención psicológica. Hay centros en los que se ofrece ayuda en las siguientes modalidades:

–        Asesoramiento psicológico y prevención: Consultas breves de asesoramiento e información, sobre cualquier duda o problemática puntual, que pueden evitar la aparición o el agravamiento de problemas psicológicos.

–        Hablar con una persona con VIH

–        Grupos terapéuticos

–        Asistencia en hospitales

La consulta donde se atiende a los enfermos de sida suele ser un lugar donde la flexibilidad es la norma. Esta actitud flexible, que puede no ser  del todo comprendida, incluso reprochada, por otros profesionales, es especialmente necesaria cuando se trata de pacientes agobiados por una compleja problemática social y psicológica. Además, enlaza con uno de los compromisos éticos del médico, tal es el de mejorar el acceso a la atención médica, y con uno de los componentes de la calidad en la asistencia. La atención a los pacientes requiere una mezcla variable de autoridad y tolerancia, organización y espontaneidad, rigidez y ternura, ortodoxia y heterodoxia, arte y ciencia.

Respecto a la valoración de la calidad de vida y respuesta al tratamiento, el médico debe llevar a cabo una valoración completa de la calidad de vida del paciente en una triple vertiente:

–        exploración física (síntomas, funciones e incapacidad),

–        valoración psicológica (conducta, afectos positivos y negativos)

–         prospección social (trabajo, relaciones personales y rol social)

A la hora de aconsejar, el Programa Global del Sida de la Organización Mundial de la Salud define el consejo asistido (counseling) o la ayuda psicológica como un proceso dinámico de diálogo a través del cual una persona ayuda a otra en una atmósfera de entendimiento mutuo. El consejo asistido precisa de tres actitudes básicas: la aceptación incondicional de la persona (lo cual no significa que se esté de acuerdo con sus ideas o con su comportamiento), la congruencia entre lo que pensamos y expresamos (comunicación no verbal) y la empatía.

Cuando se procede a tratar al paciente, en primer lugar el profesional debe hacer una pequeña entrevista que le ayudará a obtener la información que necesita para valorar si esta persona está en una situación de riesgo. Es importante tener en cuenta unos criterios de evaluación, entre ellos la conducta sexual, de la que debe recopilar información sobre las últimas relaciones que ha tenido. También todo lo relacionado con el tema sexual: se debe indicar qué  tipos de parejas sexuales ha tenido últimamente, si es homosexual o heterosexual y si ha utilizado protección en sus prácticas sexuales.

Una vez recabada la información básica se procede a la recepción. La primera relación con el paciente debe ser afectuosa y cordial; de esta manera se ayudará a reducir los niveles de ansiedad que se tengan.

Después se procede a aclarar los datos del demandante, se le avisa que el servicio es anónimo y confidencial. Una vez hecho eso se pasa al motivo de la consulta y durante esta el paciente manifiesta y verbaliza todo aquello que concierne a su problemática.

El lenguaje debe ser claro en todo momento, alejado de la jerga científica, que informe, eduque y tranquilice, con el único objetivo de ganar la confianza del paciente en el médico y en el tratamiento, principio y fin de la ayuda que demanda.

La actitud de diálogo es primordial en estas intervenciones. Tras un análisis inicial de la situación biológica y psicosocial, el médico deberá identificar las principales preocupaciones del paciente. Para ello, es fundamental el diálogo, que debe incluir por parte del médico suficientes dosis de escucha activa (hay que hacer una medicina fundamentada en la ayuda de los oídos más que esclava de la vista: el arte de saber escuchar al enfermo frente a la ciencia de ver sólo pruebas complementarias), empatía y refuerzo positivo y será preciso discernir entre preocupación (visión del paciente de su propio problema) y problema (visión del mismo desde la óptica del médico).

El profesional tiene el deber de estar atento  a todo aquello que pueda estar oculto e inhibido en lo que manifiesta y expresa el paciente; puede que esta sea la causa que motive  a recurrir a la consulta. Para abordar la problemática de una persona con VIH se debe aclarar las consecuencias psicosociales  del portador del sida. Y se le ofrecen una serie de consejos o pautas:

–        Potenciar las ganas de vivir y de marcarse metas: Es preciso reforzar las actitudes positivas del enfermo y estimular en él optimismo, confianza y ganas de vivir. Por otro lado, cabe señalar que el objetivo de la orientación psicológica es que el paciente logre prescindir del orientador, que se ayude a sí mismo y que sea capaz de ayudar a otros

–        Fomentar la capacidad de decisión y de control del enfermo (principio de autonomía personal). Esta estrategia es muy importante respecto al tratamiento antirretrovírico, ya que se debe hacer partícipe al paciente de las diferentes opciones terapéuticas, explicando las indicaciones, los beneficios, los riesgos y los efectos adversos, para que colabore -no para que decida- en la toma de las decisiones y proporcionarle mecanismos para que afronte los prejuicios sociales y para que asuma su vida sexual con responsabilidad.

–        Ayudar a fortalecer su autoestima.

–        Liberar a la persona de sentimientos de frustración y culpa.

–        Evitar los estereotipos “voy a ver a un drogata” y los prejuicios “qué pinta tiene”, sobre todo en el caso de los drogodependientes.

Siempre es necesario cerciorarse de que el paciente ha entendido la información proporcionada y las propuestas existentes. Con frecuencia, se le aportan demasiados datos en la consulta y, ocasionalmente, la explicación de los sanitarios es poco clara o existen diferencias culturales que dificultan la interpretación de la misma. No se puede hablar de las poblaciones de los linfocitos o de los receptores como si el interlocutor fuera un inmunólogo especializado en inmunodeprimidos o trasplantes; lo mismo cabe decir en cuanto a la carga vírica y las mutaciones, terreno complicado incluso para los más expertos. El peso agobiante de una información no depurada a favor del paciente puede ser peor que la propia infección y los factores acompañantes. La sencillez de la exposición máxima para el paciente.

Se  debe permitir al paciente expresar sus miedos y deseos. El espacio terapéutico debe ser un lugar propicio para que el paciente logre desenredar todo el nudo de problemáticas que tenga con relación a su enfermedad. El psicólogo, más que un consejero, debe ser un guía que posibilite al paciente  encontrar todos los caminos  que ayuden a sobrellevar su padecimiento. El profesional tiene que estar atento a cualquier tipo de resistencia para buscar los mecanismos adecuados que encaucen la relación terapéutica.

Kaitin Junquera Vera, Ana de Luis de La Fuente, Marta Morán Dúo, Beatriz Tobalina Negro

4º Grado de Psicología: Ética Cívica y Profesional. Universidad de Deusto, Bilbao

 Octubre de 2012

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