Conociendo la realidad

 

Cuando me avisaron en segundo año de universidad que había llegado el momento de elegir los tres colectivos desfavorecidos en los que me gustaría hacer las prácticas de la carrera, me quedé de piedra. No sabía por donde empezar, así que estuve una semana recopilando información sobre las asociaciones que intervenían con los colectivos que más me interesaban, en las que podría entrar a formar parte.

Sabía que elegiría drogodependencias, discapacitados psíquicos y el colectivo de la mujer, en ese orden. Tuve la suerte de poder elegir definitivamente mi primera opción y me decanté porla ComisiónCiudadanaAntisida de Bizkaia, ya que conocía algo a cerca de sus programas que se llevaban a cabo en ella gracias a un trabajo que hicimos sobre esta ONG el año anterior.

En segundo año de carrera, a penas estuve 20 horas en la asociación, pero fueron suficientes para establecer un primer contacto con el colectivo en general y los usuarios del centro en particular. Ahora me hace gracia pensar que en los inicios de mi experiencia, en los que desgraciadamente contaba con los prejuicios que una gran parte de la sociedad tiene hacia este colectivo, el miedo se apoderó de mí y las dudas empezaron a surgirme. ¿Cómo sería capaz de intervenir y ayudar a unas personas que me asustaban? ¿Cómo me iba a ganar su confianza si la primera que no se fiaba de ellos era yo?

Al acabar aquellas 20 horas de segundo curso, todos los alumnos tuvimos la opción de cambiar tanto de centro como de colectivo. Yo, personalmente, estuve a punto de hacer el cambio. Aún así, por cabezonería, orgullo o no sé exactamente por qué, finalmente decidí no hacerlo. A día de hoy, puedo decir que fue la mejor decisión que pude tomar.

Las prácticas de tercero, me las tomé con más templanza. Cuando volví al centro, me costó un poco soltarme, pero gracias al equipo de profesionales y también a la buena acogida de los usuarios, conseguí coger el ritmo. Empecé a conocer el caso personal de algunos usuarios y a hacer pequeñas intervenciones. Aquello me motivó. En un par de meses estaba como en mi propia casa. Recuerdo que lo que más me costó fue establecer los límites entre educador-usuario, ya que algunas veces llegué a caer en el error de involucrarme demasiado.

Podríamos decir que mi proceso ha constado de tres fases. En un principio, sentía miedo hacia los usuarios. Una vez que se abrieron a mí, empecé a cogerles cariño y por último, conseguí asentar la relación usuario-educador.

Gracias a esta experiencia, he visto compensada la carencia de formación que ofrecela Diplomaturade Educación Social dela UPV, ya que al menos en el plan de estudios antiguo, (teniendo en cuenta que desconozco el Plan Bolonia) dejaba mucho que desear.

Además, me ha dado la posibilidad de formar parte de este mundo que ignoraba completamente y me ha hecho desarrollar y conocer habilidades propias de las que no tenía conciencia.

Como reflexión personal, teniendo en cuenta que acabo de finalizar la carrera y que sé que todavía me quedan muchas cosas por ver, vivir y aprender, puedo decir que hasta el momento estas prácticas han sido la experiencia más enriquecedora de mi vida, tanto personal como profesionalmente.

Por último y para terminar, quería agradecer a toda la Comisión Ciudadana Antisida de Bizkaia por todo lo que habéis hecho por mí.

Saitxu

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