La delgada línea que separa nuestras vidas

 

Me han pedido que escriba un articulo y no sé cómo hacerlo. No soy una persona técnica, no considero que tenga los conocimientos para serlo, y además mi mente no es capaz de funcionar de una manera tan organizada. Me guían los sentimientos y las pasiones, y no se mas que escribir diarios de vida y de sensaciones.

                Veo la vida como si fuera una ciudad atravesada por un rio. Y así es la existencia… vidas normalizadas, personas con trabajo o en busca de él, familias que intentan mantenerse unidas o toman la decisión de separarse, vidas aceptadas, con sus pequeños o grandes dramas, pero dentro de las normas. Y a tan solo unos pocos pasos, al otro lado del puente, las vidas desestructuradas de drogodependientes, prostitutas, inmigrantes sin papeles, diferentes etnias y pueblos, gentes sin hogar,… no metidos todos dentro de un mismo saco ni con la misma problemática, pero si en el mismo lado del rio.

                Las gentes de bien, con vidas correctas y sanas, no conocen lo que pasa al otro lado… saben que ese submundo existe, lo ven en las noticias, en la sección de sucesos, pero ¿quien estaría tan loco como para cruzar esa línea y asomar la cabeza? Son los desheredados de la sociedad, ¿quien querría estar cerca de lo que nos recuerda lo que podemos llegar a ser?

                A veces la línea que separa ambos mundos es tan delgada… a veces hemos estado tan cerca de cruzar al otro lado… Pero eso no nos gusta verlo, no nos gusta pensarlo. Ellos son los descarriados, los que eligieron el camino incorrecto, los que no sabemos ni cómo llegaron pero están ahí. Y no nos gusta sentir, recordar, que tal  vez en un momento pasado, una mano amiga, una familia que nos respaldo, una fuerza de carácter, o tal vez solo la casualidad o el destino nos hizo caer a un lado del puente y no al otro.

                La sociedad juzga y condena. Esta firmada la sentencia. Les lapidamos cuando apartamos la mirada hacia otro lado no queriendo ver otras realidades. Nuestra piedra es la indiferencia y su soledad, su castigo merecido.

                Tal vez deberíamos asomarnos. Tal vez deberíamos conocerlos. Tal vez deberíamos recordar que también, además de la etiqueta que les hemos puesto, también son personas que sienten, piensan, padecen y disfrutan incluso, mujeres y hombres que merecen ser escuchados y tratados con respeto y con humildad porque están donde a nosotr@s podía habernos tocado estar. No son lacras, no son usuari@s, no son números… solo son personas, personas como nosotr@s

Txaro Roldan Valencia, integradora social y voluntaria en la Comi, Crea-Africa y Askabide.

txarorv@gmail.com

 

 

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