ACOMPAÑAR “SUS” PROCESOS DE CAMBIO. Por Jaume Funes

Graffiti Calle Bailen, San Francisco, Bilbao.

Con demasiada frecuencia quienes mandan, quienes administran y un grupo significativo de profesionales se ponen de acuerdo para recordar y exigir a las personas que reciben algún tipo de ayuda que deben portarse bien, que deben cambiar de acuerdo con lo que el poder entiende como forma adecuada de hacerlo. En ese contexto, a los profesionales que siempre basaron en el respeto al otro su forma de atender a las personas les entran dudas. Especialmente si los padecimientos que comprueban en unos y otros les llevan a pensar que, quizás, obligándoles a cambiar, imponiéndoles formas de ser y actuar, todo mejoraría.

Es entonces cuando los profesionales que aspiramos a seguir acompañando respetuosamente a lar personas debemos recordar, al menos, cuatro criterios de nuestra intervención:

1. El otro con el que nos relacionamos, le pase lo que le pase, haga lo que haga, nunca deja de ser una persona. Nunca se convierte en un paciente o en un caso por el que otros deciden. Le prestamos atención justamente para que tenga, al menos, los apoyos que hacen posible “su” autonomía.

2. Nos desespera ver cómo continúan destruyéndose, pero sabemos que nada cambiará si esa conciencia no es la suya, si no descubren su destrucción, no valoran su sufrimiento y descubren el que producen a otros. Por eso nuestro trabajo es servirles de espejo, de reactivo que les hace sentir lo que va pasando en sus vidas.

3. Debemos aceptar que se puede vivir a mínimos, vitales, sociales, económicos, de salud, que las personas no quieran o no puedan vivir, incorporarse, participar con mayores grados de implicación. Por eso nuestro trabajo es aceptarlo pero no resignarnos. Así, intentamos construir oportunidades y estímulos a su alrededor, que sus mínimos no sean impuestos por la carencia de relaciones, satisfacciones, estímulos.

4. Compartimos las culturas de la supervivencia, las formas de explicar todo lo que les pasa poniendo la mirada en el día a día. Aceptamos su dificultad (su negativa) a hacer proyectos, pero les ayudamos a tomar conciencia de su día a día para evitar que su vida se vaya convirtiendo en un transcurrir sin sentido.

Aunque la intolerancia general y las obsesiones profesionales nos martilleen recordamos que no somos simples espectadores pasivos de destrucciones, supuestamente queridas por las personas. Somos profesionales que “están”. Están a su lado disponibles, como observadores activos. Además, contenemos. Somos ese punto mínimamente estable que evita que se desborden, que incluso a veces se pelea con ellos y ellas y les impone algo (se ha ganado antes, estando, el derecho a hacerlo) porque saltárselo supone un no retorno. A veces, también empujamos introducimos dinamismo para evitar que el ritmo, la posible dinámica de cambio se pare.

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