LA EXPERIENCIA DE BOSCO

Todo empezó con una charla que tuvimos en el colegio, cuando Miguel,  un miembro de Bidesari vino a contarnos cómo funciona la cárcel. Tras la exposición, nos dio la posibilidad de formar un grupo para ir a jugar un partido a la cárcel de Basauri. Ilusionados por la propuesta, nos juntamos unos compañeros y dos profesores para ir el pasado sábado 13 de abril.

Cuando íbamos a entrar en la prisión empecé a ponerme algo nervioso; el tener que identificarse y las puertas, que no se abrían hasta que la anterior no se hubiera cerrado por completo, me intranquilizó bastante. Cada vez que avanzábamos una puerta más mi nerviosismo aumentaba pensando en qué era lo que nos esperaba dentro. Quizá, la imagen estereotipada de las películas me hicieron imaginar ese lugar de otro modo: peleas continuas, malas miradas, ambiente tenso, un lugar lúgubre y sucio… De hecho, esa era la única referencia que tenía de la prisión. Sin embargo, el edificio era un poco antiguo pero estaba bien cuidado. El lugar estaba limpio y se notaba que lo mantenían bien.

Al entrar al patio nos encontramos con un recinto lleno de gente, aquello parecía un patio de instituto. Algunos jugaban a palas, otros a baloncesto, otros se entretenían con el balón de fútbol, y los restantes simplemente charlaban en grupos. ¡El ambiente era totalmente distinto del que me imaginaba!

Para cuando llegamos tenían hechos tres equipos y rápidamente empezamos a jugar contra ellos. Para que fuera un juego más dinámico hicimos rondas donde, en cada turno, jugábamos dos de los equipos: C.P.E.S. Somorrostro contra Basauri. Si, me imagino que os estaréis preguntando si los dos profesores que vinieron con nosotros jugaron, y la verdad es que sí. Los partidos fueron muy intensos pero en ningún momento hubo salidas de tono por parte de ningún equipo, algo que ni siquiera me lo imaginaba después de que Hollywood me creara impresiones distorsionadas por medio de películas como La Roca.

Esta experiencia me ha hecho tener otra visión de la cárcel. Una vez que empezamos a jugar, los partido fueron bastante competitivos, tanto unos como otros entrabamos fuerte al balón con el fin de que nuestro equipo ganara. Se notaba el pique, había empujones y tirones de camiseta, pero la atmósfera que se creó fue totalmente deportiva.

Pasado ya un tiempo, cuando llevábamos jugando bastante tiempo, me paso algo. Sólo por ello mereció la pena la experiencia. Hasta ese momento todo había ido bien, pero mi mente no pensaba en nada que pudiera transcender, parecía que estaba con mis amigos jugando un simple partido de fútbol. Si esta situación no se hubiera dado, probablemente hubiera salido de Basauri como si hubiera salido del Louvre, del Hermitage o, peor aún, de un zoológico donde todo me era indiferente. En medio de un partido uno de los presos me cubrió y nada más darme la vuelta me quedé paralizado, pude verme reflejado en él. En ese momento me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, sentí tal empatía por aquella persona que se me revolvió el estómago. Probablemente me vi reflejado en él por su juventud, no parecía haber alcanzado la mayoría de edad. Fue cuestión de segundos, pero pude apreciar un rostro con una mirada apagada, una mirada perdida sin proyectos que no podía ver más allá que las cuatro paredes que conformaban aquel patio.

Este fue el detonante, a partir de ahí comencé a experimentar una serie de sentimientos que no sabría cómo explicar, probablemente porque nunca había sentido algo así, era todo nuevo y necesitaba meditar y madurar una opinión.

Cambió la reflexión inicial de las instalaciones. Legué a pensar que yo había estado en colonias peores. Sin embargo, después de haber visto a aquel joven, pienso que lo importante no son las instalaciones en las que estés sino en el régimen en el que te encuentres. El de preso, desde luego, no es el mismo que el de libertad que se vive en unas colonias.

La cárcel pretende ser un lugar de castigo y es comprensible que todos aquellos familiares de gente a la que han violado sus derechos cualquier condena les parezca corta. Parto de que creo firmemente en la justicia y que las condenas de prisión son necesarias, pero la mirada de aquel joven me hizo creer en un sistema penitenciario en el que se apueste por la reinserción.

La otra gran conclusión que me llevo es la fuerte relación entre la cárcel y la pobreza que pude ver. La mayoría de las personas eran inmigrantes y respondían a un perfil concreto. La mayoría de ellos no han crecido en un entorno estructurado y probablemente ése haya sido un punto de inflexión que les haya llevado a ingresar en prisión. No es mi intención justificar la delincuencia pero creo en la reinserción, creo en que alguien, después de haber cumplido condena, quiera romper con su pasado y quiera, como aquel joven, mirar más allá de las cuatro paredes que le rodean. ¡Todos merecemos una segunda oportunidad!

BOSCO LOPEZ
2º BACHILLERATO

CENTRO SOMORROSTRO

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