PATINANDO CON BIDESARI

Este fin de semana pasado estuvimos despidiendo el año desde el proyecto de Fines de Semana. Un año muy intenso a nivel educativo, pero que nos ha aportado a todas las personas muchas cosas. Especialmente visiones de la vida distintas, ganas de cambiar y mejorar nuestras dificultades y siempre utilizando al grupo como referencia y siempre dentro de un marco educativo como es el ocio.

El domingo estuvimos patinando en Vitoria y Amaia, una de las voluntarias del equipo, ha escrito esta reflexión tan chula.

PATINANDO CON BIDESARI
Por vez primera vez siento el hielo bajo mis pies. Se me encoje el estómago. Todo se ha vuelto muy resbaladizo, poco seguro.

Me agarro con fuerza a la barandilla. Avanzo tambaleante sin soltarla. Sólo puedo pensar en lo imposible que se m
e antoja separarme de ella. ¿Cómo podrán los demás patinar a esa velocidad? La gente no puede estar contenta con esto, no es divertido. A mi me parece horrible. Puede que algo falle en mi estilo de “patinaje” Decido pararme y ver qué falla.

Tras la “evaluación” me doy cuenta de dos cosas: la barandilla me parecía hasta ahora la clave para manejar la situación pero me equivocaba. Sólo ha funcionado durante las tres primeras vueltas. Si te quedas junto a ella se vuelve en tu contra, te atrapa y te vuelves dependiente, ya no CREES que puedas alejarte y deslizarte sola. Sin embargo, es cómoda y las personas que conozco en la pista están como yo. Pero nadie que patine de verdad se acerca a ellas.

Aún con la mano en la barandilla, acabo de decidir que yo, de verdad, quiero patinar. Tras mentalizarme me suelto. Poco a poco me alejo y sólo me he caído una vez.

La otra cosa que veo clara tras observar la pista y a los patinadores me da miedo.

No parece lógico pero para evitar las caídas, los expertos (de unos 9 años en su mayoría) se arriesgan continuamente. Tengo que vencer el miedo, impulsarme y echar el cuerpo hacia delante. Sólo entonces, en esa postura a la que no estoy acostumbrada, consigo el equilibrio. Me concentro en mi camino hacia el final de la pista consciente de cada vez que levanto el patín del hielo.

Me he caído un par de veces más al distraerme y al intentar un giro brusco, demasiado rápido para mi. Pero nos reímos todos y me levanto para aprovechar lo que queda de hora.

Estoy muy contenta de haberme “lanzado”. Mis compañeros hacen similares avances y no me siento sola. En cada vuelta, además, descubro alguna cosa de la que no había podido disfrutar hasta ahora. Incluso puedo mirar las caras de los demás. Ninguno parece muy preocupado por caerse. Saben que es lo normal y no lo consideran un fracaso. Rápidamente se levantan y siguen como si nada. ¿Será porque son niños?

Patinar se parece mucho a la vida. Se parece a los problemas a los que hacemos frente en nuestro día a día. Y se parece mucho a los retos que afrontan las personas privadas de libertad que quieren cambiar de vida.

Patinar ayer se me hizo más fácil con las manos que me ayudaron a levantarme tras las caídas.
Patinar se hace más fácil con Bidesari.

Amaia Sanchez Cabazos

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